Una cruz en el cielo

Una cruz en el cielo

    "Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén". La cruz, indudablemente, es el símbolo capital para todo cristiano, representando la esencia misma de la Santísima Trinidad; Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. En la fe católica, el acto de hacer la señal de la cruz, tanto al santiguarnos como persignarnos, son gestos cargados de intenso significado, signos que marcan el inicio de cada oración, petición o acción de dar gracias. Y aunque creo que, con el transcurso de los años este ritual se haya podido volver mecánico, es oportuno recordar su profunda relevancia religiosa, así como las variadas costumbres y tradiciones que la religiosidad popular de cada región aporta a festividad de la Santa Cruz.

    El origen de esta festividad se remonta al siglo IV, específicamente al año 312 d.C. Según la historia, que con el tiempo se ha convertido en leyenda, la visión de una cruz en el cielo fue un impulso clave para la difusión del cristianismo. El emperador Constantino el Grande, gobernante del Imperio Romano de Occidente, mientras se dirigía hacia Roma, cuando se encontró de repente con un extraordinario haz de luz que se elevaba hacia el cielo formando una gran cruz, con un poderoso mensaje en latín: "Hoc signo victoreris" (Con este signo vencerás).

    Tanto él como sus tropas presenciaron esta extraordinaria manifestación. Posteriormente, el escritor cristiano Lactancio añadió más detalles, afirmando que la noche siguiente, Constantino tuvo un sueño revelador con Cristo antes de una batalla importante. En este sueño, Cristo le indicó que marcara los escudos de sus tropas con las dos primeras letras griegas de su nombre y que colocara cruces en las banderas. La voz le aseguró que con estos signos sería victorioso. El emperador obedeció, respondiendo: "Confío en Cristo, en quien confía mi madre".

    La victoria de Constantino sobre Majencio, el emperador Romano del Oriente, fue total, unificando el imperio y asumiendo el control absoluto. Más allá de ser una mera leyenda, este hecho le causó una gran conmoción. Un año después, en el año 313 d.C., Constantino puso fin a tres siglos de persecución cristiana al establecer oficialmente el cristianismo como la religión del Imperio Romano; marcando en la historia la fe cristiana.

    Se requerían evidencias de la existencia de Cristo, pruebas que sólo podían obtenerse en la sagrada Jerusalén. Por ello, Constantino optó por enviar a su devota madre. La fe inquebrantable de la emperatriz Elena, ya en sus casi 80 años, la impulsó a emprender una peregrinación en busca de la cruz del Redentor. Basándose en las Escrituras, y tras exhaustivas excavaciones en el Monte del Gólgota, se relata que encontraron tres cruces, dos de ellas pertenecientes a los ladrones y la otra al mismísimo Jesús. Sin embargo, identificar cuál era la cruz de Cristo resultaba imposible. Para dilucidarlo, la emperatriz decidió probarlo sometiendo a una mujer agonizante al contacto con las tres cruces, con las dos primeras, ésta no sintió nada ni mostro signos de mejoría, únicamente al ser tocada por la tercera cruz, la mujer se levantó milagrosamente sana. Con esa cruz como guía, la emperatriz emprendió una peregrinación por Tierra Santa, y el 3 de mayo, día del hallazgo, se instituyó como el Día de la Santa Cruz.

    Previamente a su fallecimiento, Constantino se convirtió al cristianismo, reflejando así la profunda influencia de la fe en su vida. Esta celebración tiene una profunda raigambre en Hispanoamérica, y la manera en que se conmemora varía según las tradiciones y costumbres de cada pueblo y cultura. Por lo general, se erige una cruz como centro de la festividad, alrededor de la cual se construyen altares adornados con flores u otros símbolos distintivos de cada país. En el Paraguay, se la conoce como "Kurusú ára", o el Día de la Cruz, que posee una identidad singular, propia, germinada en las enseñanzas de los franciscanos y jesuitas, quienes enseñaron a los indígenas sobre la redención y el perdón asociados a la cruz, utilizando incluso chipás con forma de argolla para simbolizar la hostia, como una forma de evangelización.

    Esta tradición se ha transmitido de generación en generación, arraigándose profundamente en la religiosidad popular. En la actualidad, para recordar esta fecha, se arma un nicho o altar con una cruz, que se engalana con hojas de palma o ka'avove'i. En este altar, conocido como Kurusú jeguá, se cuelgan chipas en forma de argolla, así como rosarios elaborados con cuentas de maní o caramelos. La familia y los vecinos se congregan alrededor para rezar y adorar a la Santa Cruz.

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