Los sueños del Navegante

Barco de vela surcando el espacio

    Esta es la historia de una pequeña niña que perdió la ilusión por la Navidad.

    «En los primeros años de su vida, la Navidad era sinónimo de una alegría incontenible para la pequeña Mika, siempre la esperaba con inmensa ilusión. Sin embargo, a medida que el tiempo pasaba, las luces brillantes y los regalos comenzaban a perder su encanto bajo una felicidad efímera. La casa familiar, su hogar, se convertía en un escenario de ásperas reuniones familiares, envueltas en discusiones y desencuentros que parecían carecer de motivos significativos para una mente inocente.

    A escasas semanas de la Navidad, una tormenta feroz arremetió sobre el pequeño pueblo donde Mika residía. El viento se lamentaba con fuertes silbidos y los truenos retumbaban como una reverberación de su desilusión, la pequeña, absorta, contemplaba el insólito espectáculo natural desde una de las ventanas del salón. Fue entonces cuando su paciencia, ya agotada por las tensiones, llegó a su límite, y decidió retirarse a su habitación.

    El centelleo de los relámpagos se intensificó, tornándose frenético. Mika buscó refugio bajo su cama, acompañada por su peluche, fiel confidente. Cada destello revelaba fugazmente las sombras del cuarto, creando formas estrafalarias y proyectando en las paredes siluetas estridentes, generando una atmósfera sobrecogedora e impredecible. La velocidad de los destellos se intensificó hasta alcanzar su culmen en un gran fogonazo, seguido por un atronador trueno: ¡Kraka Brouuuum! El estruendo resonó en medio del fragor de la tormenta, sobresaltando a Mika, la que abrazó fuerte a su peluche.

    En ese momento de inquietud, sintiendo la premura de romper con más de lo mismo, Mika cerró los ojos con fuerza y formuló un deseo desde lo más profundo de su corazón: "Por favor, quiero recuperar la ilusión". Un estruendo resonó a su alrededor. Mika apretó aún más los párpados y estrujó con firmeza el peluche contra el pecho. De repente, una fuerza misteriosa la envolvió, llevándola a caer por un agujero de gusano de intensos colores. Mientras descendía, voces resonaban a su alrededor, creando un entorno intrigante.

    La caída, inicialmente aterradora, se volvió más serena poco a poco, lo que hizo que pierda el miedo y al abrir los ojos con cautela, se encontró flotando en una vasta autopista aérea. Miles de caminos, que corrían cerca y lejos, se entrecruzaban unos con otros, llevando a niños dormidos que cargaban consigo sus propios sueños, pelotas, cometas, lápices de colores, mascotas y una infinidad de otros anhelos. En medio de este maravilloso caos onírico, Mika se sintió asombrada, en ese momento roza con un niño dormido y este amaga despertarse, mas continúa durmiendo.

    Aún alucinando, se frota los ojos y no puede creer lo que ve, se cuestiona si todo es un sueño. Será que se dio un golpe y está soñando, su peluche, ahora animado, le asegura - Nada de eso. Desviándose por un tubo de luz, llega a un lugar de ensueño donde la luz es deslumbrante, apenas puede abrir los ojos, los colores vibrantes, y el aire tiene un aroma peculiar. La paz y el disfrute reinan en este lugar de ensueño.

    Mika se encuentra con un niño que persigue una mariposa, y así comienza una aventura llena de risas, saltando sobre ríos sin dificultad, corren y juegan sin cansarse, y una libertad que nunca había experimentado. Despierta bajo su cama, desconcertada, ¿qué ha sido eso? con una extraña sensación de que algo había cambiado, no entiende que ha pasado, pero había sido increíble la emoción- cómo se sintió eso. La noche siguiente, la pequeña no tardo ni un minuto en acostarse, sus padres extrañados. La experiencia se repite, fue entrar en sueño y todo comenzó de nuevo, no podía creerlo, sumiéndola en nuevas y emocionantes aventuras junto a otros niños en sus sueños. En todas las peripecias lo pasaba genial, se sentía libre y feliz, es como si se pudiera expandir y tocar el cielo.

    Al poco tiempo, Mika empieza a tomar conciencia, con la libertad que sólo un niño la puede tomar, ¿qué es esto? Se pregunta la pequeña, y descubre que son niños y niñas dormidos y que sueñan que juegan, y ella juega con ellos en sus sueños. Descubre en ese momento que poseía un don especial, increíble ¿cómo puede ser? Tenía la capacidad podía entrar en los sueños de los demás y explorar mundos llenos de maravillas.

    Cada mañana se levantaba emocionada, sus padres no daban crédito – a esta niña le ha cambiado la cara, y a la pregunta ¿qué te pasa Mika? Ella respondía con sorna, ¿qué va a pasar? no pasa nada. La niña iba ganando experiencia, era innato, natural. Impulsada por la curiosidad, explora los anhelos y deseos de los niños de su pueblo. Descubrió que algunos buscaban juguetes, otros la compañía de sus seres queridos, y otros simplemente querían que sus padres jueguen más con ellos. Pero también vio sueños desvanecidos, olvidados por la dura realidad, niños y no tan niños que apenas podían soñar o se habían olvidado de cómo hacerlo.

    Decidida a restaurar la magia perdida, Mika emprendió un viaje extraordinario en el espacio onírico, atravesó bosques encantados, montañas nevadas y mares de estrellas. Cada desafío superado la acercaba más a su destino, el Santuario de los Sueños Perdidos, un misterioso templo oculto entre las nubes más hermosas jamás soñadas, era el hogar de los Navegantes de los Sueños.

    Mika fue recibida por seres etéreos que le revelaron la importancia de los sueños en la vida de los niños y la significancia de la Navidad como el sueño más grande de todos, recordándole que el Jesús nació y que cada Navidad experimenta un renacimiento en el corazón de cada ser. Le confiaron la tarea de convertirse en una aprendiz de Navegante de los Sueños, encargada de velar por las esperanzas e ilusiones de los más pequeños.

    Esa mañana saltó de la cama, con la fuerza de un tornado, no podía creer lo que había soñado - ¿soñado? Para nada era un sueño lo que había experimentado. Con un corazón rebosante de emoción, Mika comprendió que soñar tiene un poder inconmensurable. Todo había cambiado, la Navidad, antes opacada por la rutina y las discusiones familiares a partir de ahora tenía otro significado. Comprendió que la verdadera magia de la Navidad no yacía en los regalos materiales, sino en la capacidad de soñar y compartir esos sueños con los demás.

    Así, Mika no sólo recuperó la ilusión perdida, sino que la engrandeció, se había convertido en una Aprendiz de Navegante de los Sueños. Desde ahora en cada Navidad, extendería su influencia, para devolver la alegría y la ilusión a los corazones de todos los niños, recordándoles que, incluso cuando la realidad parece sombría, los sueños tienen el poder de iluminar.»

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