Día del Trabajo... honesto

Día del Trabajo... honesto

    La hipócrita paradoja se enraíza profundamente en la celebración del Día del Trabajador, una efeméride que, en principio, pretende supuestamente conmemorar los logros y derechos de la clase trabajadora. Aunque, pienso que su esencia se ha desviado, convirtiéndose en poco más que una fachada para encubrir las metódicas injusticias inherentes al sistema laboral contemporáneo.

    De siempre, se nos ha inculcado la idea de que este día es un tributo a los grandes logros de la clase trabajadora y en lugar de reflexionar sobre esas luchas históricas por condiciones laborales dignas, como sociedad nos remojamos en una ilusión temporal de privilegio. Nos han hecho creer, qué irónico ¿no?, que hemos alcanzado algún tipo de estatus privilegiado dentro de un sistema de engranajes diseñado astutamente, sin alma, para controlar mentes y mantenernos sumisos y dóciles.

    El concepto mismo de "celebrar" el trabajo es absurdo. Nos encontramos en un contrasentido en el que individuos temerosos y alienados celebramos el hecho de vender nuestras preciosas vidas a cambio de una retribución salarial. En lugar de honrar la verdadera esencia del trabajo, este día sirve sólo como la cruz de nuestra dependencia a un sistema económico vilmente concebido y supuestamente diseñado para nuestro bienestar; un sistema que nos fuerza a sacrificar nuestra autonomía en aras del bienestar de unos pocos, anulando por completo el espíritu emprendedor, los sueños y el potencial del ser humano para crecer y desarrollarse plenamente. Negociamos con nuestra existencia como si fuera una mercancía que se consigue a cambio de una transacción monetaria, y pobre de aquel que esté fuera del sistema, es considerado un proscrito y una amenaza, por tanto, ¿Cuántas personas con gran potencial sufren en silencio la angustia de no poder alcanzar sus sueños porque este sistema no está diseñado para ellos? No dejan de ser trabajadores; trabajan y sufren con mayor énfasis por sus sueños.

    Es sólo una opinión, y ruego disculpen a todos aquellos de buen corazón, no es mi intención, ni mucho menos, faltar al respeto. Es simplemente el resultado de cierta desilusión y frustración en mi experiencia con el sistema imperante. Mirémonos un poco en el espejo y reflexionemos. Solo basta con salir a la calle para darse cuenta de que la plena felicidad no es una descripción que se ajuste a la realidad laboral, especialmente cuando observamos todas las injusticias que, lamentablemente, son ampliamente conocidas y divulgadas en los medios de comunicación.

    La narrativa predominante sobre la solemnidad este día está plagada de contradicciones y pseudo promesas, a menudo utilizada por la política como una herramienta de manipulación; siendo esta uno de los principales generadores de desempleo. Se troca en un discurso recurrente, de retórica vacía, en manos de los poderes establecidos, quienes, en lugar de abordar causas fundamentales, lo emplean como estratagema para apaciguar a las masas y desviar la atención de las verdaderas problemáticas que enfrenta la clase trabajadora. Se nos anima a sentirnos afortunados por tener empleo, como si el simple hecho de recibir una compensación justificara cualquier forma de explotación o desigualdad. “Da gracias que tenés trabajo”, es la frase que se repite con frecuencia, convenciéndonos de que el empleo es un fin en sí mismo, en lugar de sólo un mero medio para cubrir nuestras necesidades básicas y, de repente, poder realizar nuestras aspiraciones personales.

    ¿De qué salud goza nuestro actual sistema laboral? Los números hablan, porque las personas, poco o nada. ¿Qué tipo de sociedad queremos, una de prisioneros, donde la libertad...? ¿Qué libertad? Esta influencia perpetúa un estado de alienación y conformismo entre las masas. Nos enseñan a identificar nuestra valía personal con nuestra productividad laboral; si no produces, no sirves, no vales para nada. Tu valor lo determina un número o un material, como un auto, una casa, o la forma de vestir, dejándonos atrapados en un ciclo interminable de autoexplotación y conformidad social. Y bueno, no queda otra opción que seguir luchando incansablemente, desde donde nos encontremos, por una sociedad más justa y equitativa, en la cual el trabajo se valore por su contribución al bien común, y no únicamente por su rentabilidad económica.

    En este día quiero rendir homenaje a todos los que sacrificaron y continúan sacrificando honestamente sus vidas por el bienestar de sus familias, así como a todos aquellos que persiguen sus ilusiones con valentía, enfrentando adversidades con coraje y determinación ¡Feliz día a todos los trabajadores de buena voluntad y honestos, a quienes ponen el corazón en todo lo que hacen! Saludo extensible, por su puesto, a los que se dedican a las tareas del hogar y a los cuidan de otros cuyo trabajo muchas veces pasa desapercibido, ¡Feliz día a los que dedican su tiempo y esfuerzo a ayudar a los demás, a los que trabajan por “amor al arte”, y a aquellos que dan su vida por el bienestar de otros, sin esperar nada a cambio!

    En esta fecha, también quiero reconocer a aquellos cuyos corazones han sido heridos al presenciar cómo se premia a quienes carecen de méritos, mientras que los verdaderos hacedores son ignorados ¡fuerza, no desfallezcan! ¡Feliz día a aquellos que están desempleados, pero continúan luchando por encontrar un trabajo digno, y a aquellos que buscan un propósito más allá de las limitaciones impuestas por la sociedad! Y, por supuesto, a los soñadores ¡feliz día a todos los soñadores! Nunca dejen de soñar.

    Dignidad y respeto, 
no sólo durante un día al año, 
sino todos los días.

    A ustedes que, con integridad, se han ganado su posición honestamente y contribuyen al bienestar de la sociedad, realizando sus labores diarias con dedicación y pasión, con el corazón. 

A los otros, no.

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