No hay plata

No hay plata

    Es una realidad para cientos de miles de familias, quienes sostienen un precario equilibrio con malabares, palillos chinos y curitas, como como un ecléctico castillo de naipes, listo para desmoronarse, y es en ese preciso momento, cuando una suave brisa puede ser suficiente para hacer que todo se venga abajo, donde la expresión “Todo mal”, gana. 

    La salud de la economía familiar se yergue en la narrativa que sostiene el bienestar de sus integrantes, pero también en el eje transversal que define el rumbo de la economía nacional. Es como observar a un funambulista desplazándose por un cable ondulante a veces y vibrante en otros momentos, a cientos de metros del suelo, ya sea debido al viento, la tensión o la propia acción del funambulista, cada paso incierto va a marcar la diferencia entre la estabilidad y el abismo.

    La economía familiar, al igual que el cable del equilibrista, es la línea que separa la prosperidad de la adversidad, la seguridad del caos. El bienestar financiero de una familia no es simplemente una cuestión de números en una cuenta bancaria, sino un componente esencial que influye en la salud física, mental y emocional de cada miembro del hogar. Y si extrapolamos esta realidad al conjunto del país, la visión se torna aún más preocupante. Una economía familiar frágil y tambaleante es el reflejo de una economía nacional en crisis, con ramificaciones que se extienden mucho más allá de los límites de cada hogar.

    Desde la simple elección de productos en el supermercado hasta la capacidad de acceder a atención médica de calidad, pasando por colegios, servicios, créditos y otros gastos y cuentas, cada aspecto de la vida está intrínsecamente ligado a la estabilidad financiera del hogar. El vínculo entre la economía doméstica y la salud integral de la familia es innegable; cuando las finanzas fluyen con cadencia, el estrés disminuye y la calidad de vida mejora. Sin embargo, una mala planificación financiera, decisiones incorrectas o las malas intenciones de terceros, nos obligan a caminar sobre una cuerda floja, donde cualquier paso en falso sí o sí va a desencadenar una cascada de consecuencias, a veces devastadoras.

    Entonces, con una claridad dolorosa, salta la expresión “no hay plata”. La presión en el pecho y los bolsillos vacíos nos pegan en la cara, para remarcarnos la debilidad de nuestra seguridad financiera y el impacto arrasador que tiene en nuestras vidas, pruebas de tantas, que nos pone la vida para crecer. Es cierto que también la salud espiritual es muy importante y que no todo depende del dinero, empero como me decía mi padre, “hay que estar bien con Dios y con el fisco”, simple armonía para una buena vida.

    La realidad es que la falta de recursos económicos tanto limita nuestras opciones, como también puede erosionar nuestra dignidad y autoestima mientras luchamos por llegar a fin de mes. Lamentablemente, hoy en día, vivir del aire se torna cuasi imposible y aquellos que logran hacerlo (de forma íntegra) merecen todo mi respeto. Más allá de estas excepciones, el acceso a oportunidades está estrechamente vinculado al estatus socioeconómico, la inseguridad financiera troca así en un obstáculo difícil de superar para el progreso personal y familiar. La imposibilidad de proporcionar para nuestras familias puede sumirnos y de hecho lo hace, en sentimientos de impotencia y desesperación, amenazando nuestra resiliencia y minando nuestra capacidad de enfrentar los desafíos con determinación.

    Para muchos, la lucha diaria por llegar, ya no a fin de mes, sino al fin del día es terrible, donde cada gasto es un dolor de cabeza y cada guaraní cuenta. La incertidumbre se cierne como un nubarrón constante sobre los que viven al límite de sus recursos. Aquí la la improvisación no tiene cabida y la suerte raramente juega a nuestro favor. Cada decisión financiera requiere cuidadosa consideración y previsión, pero, muchas veces no queda otra y nos vemos obligados a improvisar por necesidad.

    Los últimos años han sido prueba de una tormenta perfecta de retos económicos, desafíos que han sacudido los cimientos de innumerables hogares en todo el país. Desde la pandemia hasta las crecientes desigualdades, estas adversidades han revelado las fisuras en nuestro sistema económico, exponiendo las vulnerabilidades de aquellos que viven al límite de sus recursos. “No hay plata” condensa la lucha diaria de millones de familias para llegar, sólo eso, para llegar y, en medio de esa marejada, mantener una perspectiva saludable requiere un esfuerzo hercúleo.

    En medio de la oscuridad, siempre debe prevalecer la esperanza. Aunque pueda parecer difícil en este momento, con el tiempo, la determinación y el uso de recursos y estrategias que nos ayuden, junto con una mente y espíritus fuertes, se recupera el control hacia una situación estable y saludable. Únicamente cuando la economía familiar goza de buena salud, podremos aspirar a construir una sociedad más próspera y equitativa.

    A todos los "funambulistas" que están pasando por momentos difíciles.

Mucha fuerza.

Comentarios

Otras publicaciones

Un destino marcado

Los sueños del Navegante

El silencio del viento

Sola

El camino del Cuarto Mago

"¿Qué lo que tanto?"