Hipócritos Corp.

RSE. Hipócritos Corp.

    En los últimos años, se han establecido algunos temas comunes que demandan especial atención para focalizar acciones hacia la construcción de una sociedad mejor. Estos temas se articulan alrededor de tres ejes básicos: el económico, el social y el ambiental, cada uno con sus intrincadas ramificaciones. Es más, se han establecido consensos en torno a estas temáticas, cuestiones vitales donde se habla del combate a la pobreza, la sostenibilidad ambiental, la salud, la educación, el desarrollo humano y la creación de comunidades sostenibles, entre otros.

    En consonancia con estos ejes principales, las empresas han consolidado en sus discursos corporativos el concepto de "Responsabilidad Social Empresarial (RSE)" como un valor agregado, convirtiéndolo en un término omnipresente. La RSE no sólo se percibe como un modus operandi, también es como un compromiso, un espíritu de colaboración o una alineación con las acciones estatales en la búsqueda del bien común. Esta perspectiva implica una gestión eficiente de los recursos, y va más allá de la simple búsqueda de rentabilidad; propone modelos organizativos que generen resultados eficientes, comprometiéndose a ser un actor clave o coadyuvante en el desarrollo de comunidades y la sociedad en su conjunto.

    Aunque, es evidente que el crecimiento económico no siempre se traduce en equidad social ni en la preservación del medio ambiente, los modelos productivos arcaicos están experimentando una transformación gradual para mitigar los estragos causados a lo largo de los años. Se están adoptando estrategias que actúan de manera responsable con el entorno, incorporando prácticas orientadas a la sostenibilidad, tanto social como medioambiental, redefiniendo así, el rol de las empresas en la construcción de una sociedad con un crecimiento tangible en la calidad de vida.

    Por lo general la Responsabilidad Social Empresarial se desarrolla típicamente en diversas dimensiones que se definen por su alcance. Inicialmente, se centra en mejorar las condiciones laborales de los colaboradores, para luego extenderse a sus entornos familiares. Finalmente, adopta un enfoque social más amplio, orientado a proyectos que buscan beneficios de impacto positivo en la sociedad, contribuyendo así a mejorar las condiciones de vida de muchas personas. Abundan ejemplos de proyectos destinados a la sociedad, desde campañas de donación de alimentos o ropa hasta programas de educación, salud, ciencia, cultura, reforestación, reciclaje e incluso la implementación de energía solar o mejoras en la infraestructura de barrios.

    Sin embargo, en el ámbito empresarial, tras la atractiva fachada de los programas de RSE, a menudo se vislumbra una realidad menos reluciente. Como bien se sabe, no es oro todo lo que reluce, y quiero enfatizar que no es mi intención generalizar ni menospreciar. Entiendo perfectamente que no todos los casos son iguales, y existen un sinnúmero de ejemplos magníficos como anteriormente 
mencioné. No obstante, a pesar de que muchas empresas se vanaglorian de ser socialmente responsables y aprovechan la tendencia, con demasiada frecuencia, detrás de estas afirmaciones se oculta un oscuro halo de hipocresía corporativa que amenaza con minar la integridad de otras iniciativas que son realmente positivas.

    A pesar de los loables objetivos proclamados en sus programas, la realidad revela que no todas las empresas respaldan con acciones coherentes el discurso que proclaman. La confianza, reputación y credibilidad empresarial están en juego cuando sus acciones contradicen flagrantemente la retórica de las nobles causas que pretenden apoyar. Estos últimos años convulsos han servido como prueba de fuego, evidenciando esa brecha entre las promesas y los hechos, con repercusiones elocuentes para la marca y la percepción pública.


    Considero que la crítica se centra precisamente en la percepción de que algunas empresas utilizan la RSE como una estrategia de relaciones públicas o marketing, con el objetivo de maximizar la rentabilidad en lugar de ser un compromiso más altruista. Esta práctica ha llevado a cuestionamientos sobre la autenticidad detrás de estas políticas. Cualquier comparación, salvando las distancias, con el terreno político sería pura especulación, estaría fuera de lugar.

    En este contexto, la situación remarca la urgente necesidad de realizar una mirada crítica y un análisis profundo de las acciones empresariales y, en este punto, se vuelve más evidente que nunca la necesidad de una mayor transparencia y coherencia en la aplicación de estas políticas, en concordancia con sus declaraciones de responsabilidad social.

    Es curioso, por no decir paradójico, observar cómo ciertas empresas que presumen de su compromiso con la sostenibilidad ambiental, muchas veces terminan siendo cómplices involuntarias, o quizá, quién sabe, deliberadamente, contribuyen a problemas medioambientales como la contaminación y el agotamiento de recursos naturales.

    Las empresas que adoptan políticas de Responsabilidad Social Empresarial deben trascender las simples proclamaciones o la mera venta de buenas intenciones y, demostrar coherencia en sus acciones, respaldando verdaderamente sus compromisos con principios sólidos. Esto implica no sólo profesar valores nobles, sino también sostenerlos con acciones tangibles y consistentes, evitando así ser percibidas como hipócritas.


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