Sueños son

Person subiendo escalera al cielo al final de un muelle

    
El Siglo de Oro, que abarcó desde finales del siglo XV hasta el XVII en la historia española, fue un periodo de esplendor cultural y artístico incomparable. Este renacer cultural presenció el florecimiento de la pintura, la escultura, la música y la ciencia. Obras maestras de pintores como Velázquez, Zurbarán, Murillo o el Greco, escultores como Alonso Berruguete, Alonso Cano o Pedro de Mena, así como las sinfonías de Tomás Luis de Victoria, Francisco Guerrero y Luis de Millán en la música, junto con notables avances científicos liderados por técnicos como Juan de Nájera, Jerónimo de Ayanz o Miguel Servet, convergieron para crear una época tan próspera y vibrante.

    La ciencia, el arte, la literatura y la reflexión filosófica prosperaron gracias a renombrados autores como Miguel de Cervantes, con su inmortal "Don Quijote de la Mancha", desafiando las convenciones literarias, exploró los límites entre la realidad y la fantasía. Lope de Vega, infundió vida a los escenarios con dramas y comedias que iluminaban las complejidades de las relaciones humanas, mostrando grandezas y miserias. Pedro Calderón de la Barca, con su uso maestro de la metáfora, complejidad temática y exaltación de las emociones. Francisco de Quevedo, Luis de Góngora y por supuesto, muchos otros también contribuyeron a este esplendor cultural que sigue siendo fuente de inspiración.

    Estas obras, auténticas joyas literarias, no sólo expusieron realidades de la época, sino que también desentrañaron las complejidades del ser; abordando las alegrías y desesperaciones, sueños, ilusiones y verdades fugaces de la existencia, calaron profundamente en el sentimiento, que, paradójicamente, de alguna manera, siguen reverberando en la actualidad.

    Con un lenguaje estético de excepcional calidad, estas obras parecen retratar situaciones que perduran a lo largo de los siglos, incluso cuando abordan cuestiones espirituales. Autores venerados como Santa Teresa o San Juan de la Cruz, a través de sus versos, buscaban la purificación del espíritu y la unión del alma con Dios, temas que, mantienen su relevancia atemporal.

    Dentro de este periodo luminoso, destaco la etérea "La Vida es sueño" de Calderón de la Barca como una obra singular. Un fragmento particularmente significativo de su poesía lírica es el monólogo de Segismundo, donde se revela una profunda reflexión sobre la naturaleza de la existencia y la fugacidad de la realidad.

“Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.

Yo sueño que estoy aquí,
de estas prisiones cargado;
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.”

    En estos versos barrocos, se revelan armoniosamente temas recurrentes de índole profundamente filosófica. Exploran la esencia del ser, la búsqueda incesante de sentido y transcendencia en la vida. La dualidad entre el bien y el mal, la relación incorruptible entre la vida y la muerte, así como el enrevesado vínculo entre la fe y la razón, se entrelazan con los sueños, las ilusiones y las preocupaciones de cada quien.

    El cautiverio injusto, el honor en juego y la libertad como bien supremo emergen como elementos que reflejan las luchas internas y externas que definen la condición humana. Las esperanzas, inquietudes y el destino del ser humano se ven acostumbradas a la tendencia a dejarse llevar por ansias de poder, la vanidad y las tentaciones terrenales. Aunque éstas son pasajeras, vacías y vanas, sin reflexionar sobre la impermanencia de la existencia, podemos considerar que todo en la vida es como un sueño prestado, donde cada individuo es el creador de sus propios anhelos.

    Así, entre los versos, se vislumbra un llamado a la reflexión sobre una realidad innegable que, por lo general, preferimos eludir: la naturaleza fugaz y efímera de la vida, que, como un suspiro, se desvanece en la vastedad del tiempo y el espacio, y aunque innegable, con frecuencia se pierde en el tumulto diario.

    En el siglo XVII, Calderón de la Barca planteó un enfrentamiento entre la fina línea de lo real y lo imaginario, incitando a la reflexión sobre la temporalidad de las cosas. A veces, una posición privilegiada nos envuelve en vanaglorias y empoderamientos temporales que, lamentablemente, llegan a su fin. Sin embargo, la libertad, que va más allá del encierro, trasciende el tiempo, no conoce límites.

    Aquí me pregunto, ¿seguimos soñando, somos sueños de nuestra propia existencia? Anhelamos de algún modo una renovación, cumplir metas y avanzar hacia una realidad mejor. Frecuentemente, todo comienza como un sueño, y recae en nosotros transformarlo en realidad, más que una quimera, un anhelo cumplido.

"Carpe Diem".

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