Prosperidad en el corazón de Sudamérica

Brote verde regado por luz solar

    A las puertas de un nuevo año, siempre nos aferramos a la esperanza de un futuro mejor, tanto para nosotros como para nuestros seres queridos. Los tradicionales deseos de paz, prosperidad y bienestar nos inundan, y aunque pueda parecer redundante e ilusorio, nuestro espíritu se llena de emociones positivas y energías renovadas Incluso las doce uvas que devoramos con la confianza de no atragantarnos, por cada campanada a la medianoche, se convierten en un ritual cargado de simbolismo al invocar fervientes deseos de prosperidad y buenos augurios para el año entrante. Este momento no sólo invita a reflexionar sobre nuestras perspectivas y anhelos personales, sino que también nos impele a observar más allá de nuestro espacio personal, alcanzando a la sociedad en su conjunto, de la cual somos partes integrantes.

    Entonces, con el ánimo de revisar cómo andamos por casa, podemos evaluar el estado de nuestro país en términos de logros que beneficien a toda la población. En este marco, la gestión de la gobernanza es el factor clave que determina en gran medida el desarrollo y la mejora de la calidad de vida de las personas, adquiriendo relevancia cuando buscamos el bienestar general y particular. Esclarecedor y auspicioso resulta el informe de diciembre de este año de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Sorprendentemente, nuestro relativamente pequeño país, desconocido para muchos y a menudo pasado por alto por otros, se alza, de acuerdo a los datos del informe, como líder en crecimiento económico en Sudamérica, superando a gigantes como Brasil y Chile con un significativo 4,5 % del PIB. Este dato además de ser altamente gratificante, indica que Paraguay se proyecta con fuerza a nivel global, según las previsiones de la CEPAL respaldadas por el Banco Central del Paraguay y el Ministerio de Economía y Finanzas, que anticipan un crecimiento de al menos 3,8 % para el año 2024.

    Desde una perspectiva macroeconómica, Paraguay ha superado con éxito los embates derivados de la pandemia global. Destacándose como referente en exportación, abarcando sectores clave como la agricultura, la generación de energía, los servicios y la manufactura, el puntal fundamental de su desarrollo económico es, sin lugar a dudas, el sector agrícola. Éste se ha consolidado como motor económico con una diversidad de productos altamente competitivos, siendo la soja su producto más emblemático. A la par, la ganadería ha experimentado un notable impulso, evidenciado por los elevados índices de exportación de carne de excelente calidad. La reciente apertura del mercado estadounidense representa un hito histórico, permitiendo la posibilidad de acceder a nuevos mercados para este producto tan apreciado a nivel nacional e internacional.

    La prosperidad, aunque un fenómeno cíclico que atrae la atención de muchos, oculta tras su fachada de números y pronósticos favorables complejidades y desafíos que merecen una mirada más atenta. Los altos estándares macroeconómicos no siempre se traducen en bienestar para todos los sectores de la sociedad. Desafíos significativos persisten, como la inversión en infraestructura sostenible, la adopción de tecnologías en la cadena productiva, innovación en servicios y la garantía de seguridad jurídica para inversiones extranjeras.

    El dinamismo del mercado beneficia al país en general; sin embargo, los frutos de esta prosperidad macroeconómica no se distribuyen de manera uniforme y no logran permear a todos los estratos sociales, especialmente a aquellos que viven al día. Esta disparidad económica destaca como la verdadera clave del bienestar y constituye el desafío principal para una gobernanza efectiva. Diseñar un sistema económico equitativo, divergente, inclusivo y justo implica abordar desafíos complejos mediante principios fundamentales. Esto abarca la redistribución de la riqueza mediante políticas fiscales disruptivas, asegurando el acceso a servicios esenciales y promoviendo la sostenibilidad ambiental; la prosperidad que sacrifica el entorno natural es efímera y autodestructiva.

    Además, subraya la importancia de implementar políticas inclusivas, igualdad de oportunidades, participación ciudadana en decisiones económicas, como antítesis a los modelos que generan crecimiento a expensas de la libertad y la equidad. También destaca la educación de calidad para una economía basada en el conocimiento, prácticas de economía circular para reducir el desperdicio y una innovación responsable con un enfoque ético. Los países más prósperos son aquellos que han comprendido la necesidad de adaptarse y adoptar tecnologías emergentes.

    El establecimiento de una red de seguridad social sólida es una asignatura pendiente de suma importancia. La implementación de estos principios tanto depende del contexto actual, como de una colaboración integral y efectiva entre el gobierno, el sector privado y la sociedad civil. Unir voluntades con una visión holística representa el gran reto. La economía no puede limitarse a valores numéricos macro; debe generar mecanismos eficientes para que estos se reflejen en la calidad de vida individuales y colectivas de la población como la verdadera riqueza de la nación. Es momento de dejar de ver números y comenzar a centrarnos en las personas.


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