El Plan Divino

Ilustración de José y María llegando a Belén

    «No fue una casualidad que el César emitiera aquel decreto en ese preciso momento. Miqueas había profetizado setecientos años antes que Jesús nacería en Belén. A través de las pedregosas tierras montañosas de Samaria, José, un hombre noble de corazón justo, avanzaba lentamente enfrentando las dificultades del trayecto. Protegía con sumo cuidado a María, una joven llena de gracia que “le había sido dada en matrimonio", ya cansada por su avanzado estado de gestación. María buscaba acomodo a lomos del burro, respetando el papel asignado por Dios a José como cabeza de familia.

    En esos tiempos carentes de virtudes, María se destacó como un excelente modelo de obediencia al apoyar fielmente la decisión de realizar el viaje. Debían llegar a Judea, la ciudad de David, Belén Efrata, una pequeña ciudad distante de Nazaret en Galilea, para ser censados conforme lo establecía dicho decreto, el cual José quería cumplir a rajatabla.

    Todos los habitantes del país estaban obligados a dirigirse a su ciudad de origen para inscribirse en el censo. El viaje resultó particularmente arduo para María, quien debía enfrentar la estación húmeda y la altitud de Belén. Mientras avanzaban, podía sentir al niño impaciente moverse en su interior; era evidente que necesitaba descansar un poco. Cualquier otra persona en su situación habría evitado el camino, prefiriendo quedarse en casa cerca de familiares y amigos para ser asistida llegado el momento, el camino en su estado no era el aliado más propicio. A pesar de estas dificultades, el valor y su fe en Dios la ayudaron a respaldar la decisión de su esposo de obedecer el decreto. Con gran alivio, avistaron la población a lo lejos.

    Finalmente, después de ocho días de viaje, la pareja llegó a Belén, una ciudad pequeña, pero con un gran trasfondo histórico, encontrándose con un lugar abarrotado debido al censo. Aunque tocaron las puertas de muchas hospederías, la negativa resonaba en la fría noche. Sin embargo, la presencia de José se convertía en su refugio en medio de las adversidades.

    Hallaron, al fin, una humilde posada que, con gesto sencillo, les ofreció un establo como morada. La penumbra del lugar se iluminó con una luz divina cuando María, envuelta en esperanza y temor, se adentró entre las pajas, acompañada por un buey, una mula y otros animales. La carencia del establo contrastaba con la grandeza del milagro que estaba por ocurrir, quiso el designio elegir tal lugar quizá como símbolo de la renuncia a la ostentación terrenal. Existen diversas interpretaciones que se le pueden dar, como una manera de transmitir significados más profundos sobre la naturaleza de la venida de Jesús, enfatizando la universalidad de su mensaje redentor.

    José, con amor y supongo que no tan calmado, arregla un poco el lugar, aliviando la angustia que seguramente embargaba a María cuando el nacimiento se acercaba. Comienzan los dolores de parto, sensaciones nunca antes experimentadas, más intensas a cada rato. Afortunadamente, José estaba a su lado, en un establo entre animales, donde el divino niño venía al mundo de la manera más austera. La Virgen experimentaba la intensidad de sus emociones, fusionándose en amor con José, aunque podemos hacernos idea que no fue nada romántico el momento.

    La humanidad de María se manifestaba en cada latido, en cada suspiro y expresión de su mirada, reflejando la grandeza de la responsabilidad que cargaba. En la oscuridad del modesto rincón del establo, se gestó el milagro de la vida. María "dio a luz a su hijo, el primogénito"; este era el más especial, era el Hijo unigénito de Dios, "el primogénito hijo de toda la creación".

    Fue envuelto en telas y acostado en un pesebre, simplemente un viejo y destartalado cajón de madera destinado a dar de comer a los animales. A diferencia de las imágenes oníricas comúnmente asociadas, el lugar no era ideal, especialmente para el Hijo de Dios. No creo que José y María hubieran deseado que su hijo naciera en un establo, mas como antes reseñé, el simple hecho de que ocurriera de esa manera le otorgaría todo su significado profundo. En ese instante, no era algo que les preocupara, ya que estaban colmados de felicidad por la llegada del Salvador. Se ocuparon de que estuviera lo más cómodo posible y lo arroparon del frío, tanto María como José sabían que lo más importante era el cuidado espiritual que dedicarían al niño.

    Y así, en esa fría noche, en un humilde establo entre paja y animales, nació el niño Jesús, portador de redención y esperanza. María, arropada por el amor de José y en la gracia divina, se convirtieron en testigos de un acontecimiento destinado a trascender generaciones. Esta familia es símbolo de amor, sacrificio y confianza.»

Feliz Navidad


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