Milagro en Tobatí

Silueta masculina observando un atardecer

    Las creencias y comportamientos espontáneos de un pueblo representan la herencia cultural más rica, manifestando las íntimas raíces de su identidad. La constante interacción de costumbres, tradiciones, creencias y ritos da forma a la expresión viva y dinámica del folclore, convirtiéndose en religiosidad popular cuando se fusiona con una fervorosa demostración de fe.

    En todos los rincones del mundo, de cualquier manera, la religiosidad popular es un fenómeno cultural que emerge en diversos momentos relevantes, ocupando un espacio preponderante en fechas vinculadas a acontecimientos sacros como la Navidad, la Semana Santa, las devociones a los santos y, por supuesto, en las diferentes advocaciones marianas. A lo largo de la historia, “Ella, la Santísima Virgen María” ha sido testigo, guía y protagonista silenciosa en no menores guerras y batallas, asociándose a menudo con victorias “bajo su manto, bajo su amparo divino y protección, bajo su auspicio”, o como cada cultura acostumbra a expresarlo. Todo esto genera un profundo sentido de gratitud en los pueblos, que se traduce en peregrinaciones y proclamas en las calles.


    En este sentido, Paraguay reserva cada 8 de diciembre para rendir homenaje a la Virgen de los Milagros de Caacupé, patrona y protectora de nuestro país, cuyo origen se remonta a una leyenda que late en el corazón de cada paraguayo, palpitando como un eco interior durante todo el año y explotando en fervor al llegar la fecha de su veneración.

    Hace ya muchos años, allá por el 1600, un indígena llamado José, que se había convertido el cristianismo gracias a las misiones franciscanas, se vio forzado a huir despavorido de una tribu enemiga, buscando refugio en cualquier lugar. En medio de la angustia, en un momento crítico, elevó con fervor una oración a la Virgen, suplicándole que le librara de caer en manos de sus enemigos. A cambio, prometió tallar su imagen en agradecimiento si conseguía salir ileso. Según la leyenda transmitida, la Virgen respondió a su súplica.

    José regresó a su pueblo llevando consigo un enorme tronco de madera de excelente calidad. Allí relató a los pobladores que la Virgen se le había aparecido y le indicó: "Ka´aguy cupe," que en español significa "detrás de los arbustos de yerba mate". Siguiendo las indicaciones divinas, atravesó los arbustos y se agazapó tras un tronco. Y así José no fue visto y cumplió su juramento a la Santísima, tallando una gran imagen que fue colocada y venerada en la iglesia de Tobatí. Además, esculpió otra más pequeña para su devoción personal.

    Conforme a las narraciones históricas entrelazadas armoniosamente con leyendas populares, años después, durante una descomunal inundación que azotó varias localidades, la figura de la Virgen flotó milagrosamente. Los sacerdotes misioneros del lugar confirmaron que se trataba de la imagen tallada por el indio José, inexplicablemente conservada intacta a pesar de la devastación causada por la inundación que destruyó todo cuanto había a su paso.

    Desde ese momento, el pueblo bautizó la figura como la Virgen de los Milagros y erigió un pequeño oratorio, alrededor del cual creció un poblado que eventualmente sería conocido como el Valle de Caacupé. Así nació la ciudad, consolidándose como el principal centro de peregrinación espiritual en Paraguay, donde la fe y la devoción hacia la Virgen Morena, como también se la conoce cariñosamente, perduran hasta hoy. Los peregrinos expresan su gratitud, cumplen promesas y buscan el amparo o la intercesión de la Santísima, quien, como Madre, cuida y bendice a sus hijos.

    Esta tradición, aunque arraigada en costumbres y matices profundamente populares, no se queda anclada en el pasado, sino que evoluciona con el transcurrir del tiempo. Mientras aún vemos niñas ataviadas a la usanza de la Virgen y familias con indumentarias típicas, arribando en carretas tiradas por bueyes o caballos, la modernidad también deja su impronta. Los peregrinos avanzan al ritmo de la música, algunos en patinetas, otros manifestando su fe con el bullicio y alegría propios de la juventud, o en silenciosa oración como prefieren algunos.

    En fin, cada quien, en su propia expresión de fe, contribuye con una diversidad de manifestaciones. No obstante, todos comparten la misma emoción ferviente: llegar a María para acercarse a Jesús, con la esperanza de una vida mejor.

«Ya la caravana
De los promeseros
Ascienden la loma de Caacupé
Campanas de bronce
Tocando oraciones
Llaman a los fieles
con un canto dulce para el ñembo'e»

Federico Riera

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