Oscilaciones en la oscuridad

Antebrazo alzado que emerge de la oscuridad

    «Un enigmático ser sin rostro deambula perdido en la sinrazón de la negrura infinita. Un abismo donde no se vislumbran elementos ni hay contornos que definan el desamparo en el que se encuentra inmerso; sólo una butaca decrépita en la que se mece con cadencia, tronando un crujido angustioso. La tenue luz de un nimbo cenital de origen incierto arroja luminosidad sobre la escena desoladora.


    Frente a él, contempla un viejo muñeco de trapo entre las manos, silente compañero de infortunios. Aunque el hombre, con suma cautela, le dirige palabras apenas perceptibles, el muñeco yace inerte, como si la simple idea de respuesta escapara a la naturaleza de semejante objeto inanimado. El individuo, que bien podría ser cualquier ente pensante, aspira a superar las limitaciones humanas y metamorfosearse en una mejor versión de sí mismo, la más elevada. Exhala creatividad con su pensamiento y lo moldea como si fuera arcilla, dándole forma a las realidades que percibe. Incluso la oscuridad que lo envuelve podría ser una manifestación de su propio poder, un mero capricho de su voluntad.


    En su afán de superar las limitaciones 
terrenales, anima al muñeco a liberarse de la dependencia religiosa y deshacerse de dogmas, instándolo a romper con creencias impuestas, a despojarse de las cadenas ideológicas, y convenciones morales y culturales. Preconiza por la creación de nuevos valores, proclamando que la vida hay que vivirla al margen, y todas sus experiencias deben ser aceptadas una y otra vez, repetidamente con autenticidad, compromiso y poder.

    Todos iguales somos, ¿no? ¡claro que no!¡Qué estupidez más grande! Repudia con vehemencia. ¿En qué limitada mente puede existir tal concepción? Ni somos ni pensamos igual ¿Acaso no somos conscientes de nuestra singularidad? Por lo que fuimos creados, se escucha decir. Contrario a la ilusión de igualdad, critica fuertemente su desdén, despreciando tal noción y considerando como la mediocridad disfrazada el precio de la uniformidad. No soporta para nada tal idea, defendiendo la riqueza de la diversidad y la jerarquía, sin ideologías dañinas, somos seres individuales de inconmensurable grandeza, en su más amplio sentido espiritual, como pilares del progreso humano. Para bien o para mal, libertad, atormentada o no.

    El hombre necesita la trascendencia como una fuerza fundamental que abre a través del poder intrínseco de la humanidad, en una suerte de afirmación enérgica de la vida y la creatividad; una búsqueda incesante de la fuerza primigenia que impulsa la existencia, aun en la oscuridad que lo envuelve, sumido y perdido en su inmensidad. Embarcándose en una epopeya única, una odisea que lo lleva hacia la cima de la montaña por él mismo creada y que, hasta entonces desconocía. Enfrenta desafíos inesperados y supera obstáculos ni imaginados. Encontró la tentación y la sumisión, el esclavismo y la inutilidad de atajos que no llevan a ningún lado verdadero, sólo dolor sentiría por ello. En la cúspide, terreno inhóspito, descubriría, nada de lo que creía, sus expectativas se desmoronan y sólo atina a exaltar el arte como un medio espiritual subjetivo de expresión para dar voz a esa voluntad de poder, creando nuevos valores, mientras las sombras proyectadas que emanan de su mente se yuxtaponen en lo etéreo al ritmo de sus pensamientos febriles.

    A pesar de su ambición de confrontar su insignificancia existencial, con deseo de un grito que se niega a salir, sofocado en un ahogo interno, su intento es una batalla profunda, no puede por más que quiera; qué salga, por Dios. La voluntad de expresión se ve apresada, atada por cadenas invisibles que la impulsa a permanecer en la sombra. Trata, en un esfuerzo vano, con la intención de liberarse de la silla, se le advierte - no lo intentes siquiera – no hay mérito, se siente el grito, una admonición que resuena como un eco de desaliento, pero lo intenta, mas la resistencia es tenaz, la urgencia persiste, aunque cada tentativa lo arrastra a un retorno ineludible a la oscilación apacible de la silla, se ve obligado a permanecer sentado en ella por una fuerza implacable, vacilando sin sentido ni propósito aparente. En su pugna interna, debe afrontar la metamorfosis, cara a cara contra su pesada carga para liberarse y aceptar todo lo que ha acontecido y lo que está por acontecer como parte integral del devenir de su historia, aceptando el amor inusitado por el destino, para recuperar su esencia de yo niño.

    El hombre, corroído por los tormentos de sus propios infiernos, enfrenta las consecuencias de acciones que se clavan como espadas afiladas de hojas inmisericordes, aspiraste a la virtud, quisiste ser bueno y en cambio, te condujo en otro sentido. Senderos que, en su momento, parecían ser los correctos, resultaron perjudiciales para su crecimiento, o todo lo contario, no seas ciego. Su presencia se encuentra clavada a la silla, columpiándose en ese vaivén, de conflicto interno y autocombustión latente, esforzándose por expulsar algo que bulle en su interior en un intento desesperado de liberación. ¿Cuál es la lógica de entregarse a un amor sin sentido, donde está el equilibrio? – Piedad, piedad - ruega por clemencia el individuo occiso, consciente, no hay bondad en la moral que dicta el camino divino. Quizá cabe la posibilidad de la autodestrucción por amor infinito ¿Quién sabe con certeza?

    En ningún momento ha sido el hombre el que emitió palabra alguna, aunque superficialmente se perciba que fue él quien se dirigía al muñeco, así en su demencia, envuelto en su desvarío como si fuera el títere una prolongación de sus numerosos egos, ironías de la vida, la áspera verdad es que el muñeco es el titiritero, el maestro de esta tragedia absurda. Revelación simbólica, una representación del eterno juego de la conexión y evolución espiritual, donde el individuo se encuentra manejado por fuerzas más allá de su comprensión.
    
    La dualidad inherente a la experiencia humana revela la profundidad insondable del alma, donde la dicha y el dolor coexisten retorcidamente al mismo tiempo. ¿Dos estados antagónicos pueden convivir en el mismo instante? Paradojas intrínsecas, como sombras persistentes, esencias, de la propia existencia. Duele el amor excesivo, resulta corrosivo, con consecuencias nefastas que se transmutan en la propia prisión del ser, incluso a nivel divino. Creas realidad con cada pensamiento, te defines por lo que pensás y amás, 

¿Duele? Disfrútalo.»

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