Risas y ruinas

Mano con el pulgar hacia arriba sobre fondo negro

Viendo a Garrik -actor de la Inglaterra-
el pueblo al aplaudirle le decía:
«Eres el más gracioso de la tierra
y el más feliz...»
Y el cómico reía.

(…)

Una vez, ante un médico famoso,
llegóse un hombre de mirar sombrío:
«Sufro -le dijo-, un mal tan espantoso
como esta palidez del rostro mío.

(…)

- Me deja -agrega el médico- perplejo
vuestro mal y no debo acobardaros;
Tomad hoy por receta este consejo:
sólo viendo a Garrik, podréis curaros.

- ¿A Garrik?
- Sí, a Garrik... La más remisa
y austera sociedad le busca ansiosa;
todo aquél que lo ve, muere de risa:
tiene una gracia artística asombrosa.

- ¿Y a mí, me hará reír?
- ¡Ah!, sí, os lo juro,
él sí y nadie más que él; mas... ¿qué os inquieta?
- Así -dijo el enfermo- no me curo;
¡Yo soy Garrik!... Cambiadme la receta.

(…)

    En el pesaroso escenario de su existencia, el eco de las risas de Garrick, no resuena como una melodía alegre, sino como un lamento desgarrador. Juan de Dios Peza, el renombrado autor mexicano, nos conduce a través de este exquisito fragmento de su melancólico poema “Reír llorando”, explorando sentimientos quizá decadentes que revelan la complejidad y fragilidad humana. Con un lenguaje poético cargado de imágenes sensoriales, Peza nos invita a reflexionar sobre las diversas facetas de nuestras emociones, exteriorizadas principalmente mediante la risa y el llanto. Aplausos que celebran las risas mientras la desesperación se oculta en las sombras.

    Al leerlo, pareciera que cada verso actúa como un espejo reflejando esa dualidad humana de emociones profundas y ocultas que hacen vulnerable a la persona y persisten en su interior. El hombre se aproxima con la mirada sombría de quien ha sentido el peso del sufrimiento, una angustia inexprimible con palabras. Es fácil proyectar una imagen que, por lo general, no es la real; a veces, es intencional, en otras no existe una correlación con la realidad, creando impresiones desacertadas.

    De manera intencional, Peza nos arrastra desde el escenario clásico hacia la cruda realidad de las redes sociales, ese orbe digital donde todo el mundo puede opinar con libertinaje y con el desconocimiento absoluto de las batallas internas que pueden estar librando los demás. Los juicios basados en la apariencia, gestos y ademanes, inherentes al ser humano, toman una dimensión engañosa.

    En este espacio virtual, las vidas se exhiben con filtros de belleza y alegría, utilizando la felicidad efímera como un disfraz para obtener la aprobación de una sociedad cada vez más superficial en este contexto. El afán de crear realidades ficticias se convierte en una práctica común en estas plataformas, dando lugar a malentendidos y confusiones.

    La contemporaneidad muestra la liviandad con la que lanzamos opiniones, normalmente sin fundamento, que contrasta con la complejidad de la vida humana. Si bien todos enfrentamos situaciones desafiantes, no todos optamos por compartir esas experiencias abiertamente. El dualismo entre las alegrías y el sufrimiento es evidente, siendo este último, compañero constante, en la mayoría de los casos no ventilado por ahí, más bien, tendemos a enmascararlo, silenciarlo y minimizarlo. Tratamos de ocultar los malos momentos detrás de sonrisas forzadas, donde esa miserable risa desvanecida enmascara la tragedia, respaldada por la ya clásica afirmación “todo está bien” que se convierte en un mantra desesperado, un intento de negar la descomposición interna, como lo hace en el poema.

    La máscara de la felicidad entre las ruinas emocionales, se convierte en una carga que oscurece la visión y nubla la percepción con un abismo de desesperanza y desolación, dolor. Paradójicamente, la sonrisa no refleja la verdad y es que; en muchas ocasiones, detrás de respuestas aparentemente simples se esconde un problema subyacente, “no todo está bien, nada bien”, un problema que afecta significativamente la calidad de vida del individuo y su entorno familiar más cercano.

    En este juego de aparentar, la receta para la desolación se vuelve irónica: observar a Garrick, el hombre más feliz sobre la tierra. ¿Es la risa una auténtica panacea o simplemente una distracción efímera de una realidad desgarradora? Peza nos habla de lágrimas e historias rotas, revelando que cada risa esconde decadencia, desesperación y un problema que obstaculiza el florecimiento pleno.

    La clave para desentrañar la complejidad de la vida humana podría radicar en la aceptación de que no siempre todo está bien. En lugar de abordar abiertamente las dificultades y permitirnos la vulnerabilidad, reconocer y compartir las experiencias difíciles, optamos por una fachada que oculta verdades incómodas y perpetúa el mito del bienestar constante. Las emociones contradictorias son una característica humana, pero también tenemos la capacidad de sobrellevarlas y gestionarlas. En este mundo que a menudo valora la perfección superficial, la empatía nos invita a ver más allá de la apariencia y comprender las complejidades y las auténticas riquezas que cada persona lleva consigo tras la sonrisa y el "todo está bien".

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