Pergamino en blanco

Fuegos artificiales sobre fondo negro

    Entre las películas preferidas de mis hijos, se encuentran las de "Kung Fu Panda". Las divertidas aventuras de Po, el ‘Guerrero Dragón’, despiertan risas tanto en niños como en adultos, dejando tras de sí sabias lecciones de vida impregnadas con altas dosis de realidad, pragmatismo y, sobre todo, humanidad. Recientemente, volvimos a ver una de estas películas, por la quincuagésima vez, debo decirlo para ser exactos, y rescato una escena en particular.    

    En este episodio, Po recibe el rollo del dragón, un pergamino ancestral que sólo ante el auténtico ‘guerrero dragón’ se desvelaría para ser leído. Este legendario manuscrito prometía otorgarle poderes inmensurables, transformándolo en un guerrero formidable y otorgándole la excelencia necesaria para cumplir su misión de proteger el valle. El panda lo recibió con gran emoción, ya que después de un arduo entrenamiento y gran esfuerzo para convertirse en la mejor versión de sí mismo, le aguardaba el grandioso honor de recibir tan singular y valioso trofeo. Mas, algo que no esperaba sucedió, su sorpresa fue colosal al desenrollar tan significativo pergamino ansiosamente y encontrarse con un lienzo de superficie especular, carente de inscripción alguna, reflejando con brillo intenso cuan espejo puramente su propio semblante. La decepción, tristeza y desilusión que experimentó fueron abrumadoras, incapaz de comprender por qué un pergamino que se suponía contenía el secreto que lo ayudaría trascender, estaba vacío. Aunque más adelante con el tiempo, Po descubriría, que no había secretos, que lo verdadero radicaba en ser auténticamente él mismo.

    Cuando reflexiono sobre el obsequio que recibió, me lleva a pensar sobre un regalo similar que recibimos cada año, aunque rara vez lo percibimos de esa manera. La última noche del año, la Nochevieja, marca el cierre de un ciclo y simboliza el fin de una etapa repleta de luces y sombras, alegrías y desilusiones, triunfos, desafíos y asuntos pendientes. El Año Nuevo, como el pergamino en blanco, representa la ausencia de contenido preexistente, ofreciendo un amplio espacio para la creatividad e imaginación, dándonos la oportunidad de escribir nuestras propias páginas, determinando el curso del nuevo año, sin nada más, que lo que cada uno pueda narrar en cada palabra que plasmemos en él.

    Cuando realizamos el brindis de medianoche, simbolizando el tránsito de lo que dejamos atrás a lo que estamos por iniciar, lo hacemos con un optimismo contagioso, buscando deshacernos de las malas energías y atraer todo lo positivo que deseamos para nosotros y nuestros seres queridos. Todos compartimos la visión del año nuevo como una oportunidad de cambio para lograr muchas cosas, ya sea en lo material, laboral, espiritual o en nuestras relaciones interpersonales. Psicológicamente, marcamos un principio, el inicio de una nueva etapa en la cual construir todo aquello que nos conduce al cambio deseado.

    Para lograrlo, muchos recurren a cábalas o tradiciones. Consumir las doce uvas al sonar las campanadas de medianoche, vestirse de blanco, elegir ropa interior de colores específicos según se busque amor, dinero o salud, salir corriendo de la casa con una maleta para atraer viajes, arrojar agua por la ventana para desechar malas vibraciones, y saltar y romper platos o copas son sólo algunas de las extensas costumbres curiosas que funcionan como rituales o pequeños "secretos" para recibir el año nuevo.

    Aunque estas prácticas resulten entretenidas, no olvidemos, como bien aprendió Po, que no existen secretos mágicos que hagan que nuestras aspiraciones se materialicen. La magia somos nosotros, con nuestro esfuerzo, pensamiento, acciones y energías. La vida avanza vertiginosamente, y esta aceleración nos lleva a sentir una gran vulnerabilidad en medio de diversas situaciones o crisis que enfrentamos, hasta el punto de que dejamos de disfrutar. En nuestra búsqueda constante de lo que no tenemos, a menudo pasamos por alto y subestimamos lo que sí poseemos y, sobre todo, a quienes tenemos a nuestro lado.

    Expresemos gratitud. Agradezcamos por lo vivido, tanto por lo bueno como por lo no tan bueno, por el regalo de la vida y por todos los dones recibidos. Agradezcamos también por la llegada de un nuevo año que nos da la oportunidad de renacer y de alguna manera, comenzar de nuevo.

¡Un próspero y feliz 2024 para todos!

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