De corazón, feliz Navidad


«Querido amigo, querida amiga:

    Hace poco más de dos mil años, después de un largo y arduo camino de espera, nací del seno de una madre amorosa que me mecía con ternura en sus brazos, y de un padre ejemplar que aceptó con fe los designios divinos y supo guiarme con amor.

    Hoy, nuevamente, se conmemora esa fecha. Supongo que, como es habitual, se llevará a cabo una festividad en mi honor. Observo con satisfacción cómo desde hace semanas se han venido preparándose con gran emoción, adornando sus hogares para recibirme y celebrar mi nacimiento, mi nacimiento. Nos reuniremos para disfrutar juntos de la compañía de familiares y amigos. Saber que me tienen presente me llena de alegría.

    Aunque, debo admitir que me duele constatar que no todos comprenden verdaderamente el significado de la Navidad. Año tras año, al llegar mi día, celebran alegremente en mi nombre, aun así, con frecuencia se olvidan por completo de mi presencia, ignorándome a pesar de estar ahí. Observo emociones que se alejan de la realidad y me aflige sentir que no siempre renazco en sus corazones.

    Se come, se bebe, se intercambian obsequios, todo meramente material, una banalidad que olvida la esencia misma de la celebración. No hay regalos para mí ¿Por qué? ¿Acaso no me encuentran físicamente? Si tan sólo basta con abrir las puertas y ventanas de par en par, o salir a la calle para encontrarme, pues estoy en cada hombre sediento y deseoso de un trozo de pan, en cada niño descalzo, en cada mujer que enfrenta adversidades. Estoy en el anciano que se siente abandonado y en el prójimo abatido, que sólo requieren de alguien que los escuche. Estoy en todas partes, con todos y para todos aquellos que más necesitan.

    En esta Navidad, mi mayor deseo es que se entreguen por completo, sumergiéndose en la auténtica magia de su significado. Quiero fervientemente que la esencia de la Navidad adquiera un sentido profundo en cada uno de sus corazones. Anhelo renacer en cada corazón, ser la luz que inunde a cada ser humano con gozo y el amor puro que les tengo. Quiero ocupar un lugar importante en sus hogares, nacer en cada familia que, como la mía, se esfuerza por ser ejemplo de unidad y amor fraternal, glorificando a mi Padre Dios con sus acciones.

    Confía y abandónate en mí. No temas.


                                           Tu amigo, Jesús.»


    Imaginen, por un instante, recibir una carta con estas palabras.

    En medio de los desafíos que hemos encarado o que estamos enfrentando, no está mal disfrutar el placer de deleitarnos con una cena junto a nuestros seres queridos y alegrarnos por los obsequios que recibimos, aquellos que de alguna manera evocan los presentes que los Reyes Magos llevaron al mismísimo Jesús. Sin embargo, como cristianos, no podemos limitarnos a que la celebración navideña se reduzca sólo a tales gestos.

    Como seres humanos conscientes, debemos reflexionar profundamente y no permitir que la virtualidad del materialismo moderno nos sumerja en un letargo. Jesús es fuente de verdadera vida ofreciéndonos una abundancia que trasciende con creces lo meramente material. La Navidad, está lejos de ser simplemente un evento maravilloso, es un acontecimiento sumamente transcendente en su significado: representa el nacimiento de una vida nueva, gestada en nuestro establo interno y espiritual que todos albergamos dentro. Abrámonos a Él, invitémonos de corazón, a recibirlo, pues es una gracia y un don que yacen en lo más íntimo de nuestro ser.

    Jesús nace en Belén, como también en nuestros corazones.

    Con todo el sentimiento, mi sincero deseo que sus hogares se llenen de amor, paz y felicidad en esta época tan hermosa. Que encuentren en estos días la oportunidad de disfrutar plenamente de la compañía de sus seres queridos.


¡Muy feliz Navidad!

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