Trascendiendo las paredes


    “Si alguno de vosotros pierde una oveja de las cien que tiene, ¿no deja las otras noventa y nueve en el desierto y se va en busca de la que se le perdió, hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra se la carga muy feliz sobre los hombros, y al llegar a su casa reúne a los amigos y vecinos y les dice: “Alégrense conmigo, porque he encontrado la oveja que se me había perdido”. Yo les digo que de igual modo habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que vuelve a Dios que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de convertirse”

    En el evangelio según Lucas 15,3-7 se encuentra esta poderosa parábola que resalta la faceta del Mesías. El Buen Pastor, nunca se conforma con cuidar a las están seguras, encontrar a la que se ha extraviado no sólo representa una victoria personal para el pastor, sino que desencadena una celebración en los cielos, enfatizando la importancia de la redención y la conversión del pecador. Desde el comienzo del cristianismo, Jesucristo ha sido la imagen del buen pastor, y su figura es una metáfora arraigada en la tradición cristiana, el pastor que guía, cuida y alimenta a su rebaño con amor incondicional. Él habló de un solo rebaño y de un solo pastor, que conduce, orienta y vela por el cuidado espiritual de todos los hombres.

    Entendamos que la iglesia no son las paredes de un templo, esta enseñanza trasciende la esencia misma. Iglesia es la comunidad, todos y cada uno de los bautizados formando un solo cuerpo, un corazón, que late fuerte, que cuando nos juntamos, celebramos y nos alimentamos, cuando nos expandimos, revelamos y proclamamos la palabra, la buena nueva, lo que Dios hace por nosotros, lo que Dios hace por el mundo entero. Somos la Viña, y, en cierta forma, todos, desde nuestro bautismo, estamos llamados a ser pastores, hacia el amor y la verdad de todos aquellos que buscan luz.

    Sin embargo, no es fácil ser pastor ¿verdad? ¿qué implica, qué significa ser pastor? Requiere discernimiento para comprender dónde y cómo actúa el Señor en cada situación, no es fácil decir sí, así como una humildad profunda para ser fiel a la vocación recibida y salir al campo abierto a buscar, juntar, alimentar y apacentar, apropiada y sabiamente. No se trata de agradar a todos, sino de servir con fidelidad, coherencia y pasión, transmitiendo el poder del amor divino a través del ejemplo.

    Vivimos una realidad donde el valor de la palabra es detestablemente manipulada y tergiversada, sumidos en el poder de la imagen, en el pecado, una realidad contaminada, que prevalece sobre los valores esenciales, donde se percibe una falta total de humildad y de humanidad. Esto es atendido por un buen pastor, que emerge con una inquebrantable dosis de fe, para infundir esperanza a los perdidos, la esperanza que hace perder el miedo, que nos hace libres, que nos hace crecer y trascender espiritualmente.

    El próximo 4 de agosto, se celebra el día de San Juan María Vianney, el Cura de Ars, un gran santo, humilde y sabio, y un verdadero Pastor. Designado, por su testimonio de vida, como Patrono de sacerdotes y párrocos.

    El pastor une, guía y vigila. Su compromiso es fuerte, obra, apacienta y escucha, confrontando y exponiendo el pecado con misericordia, busca al extraviado, lo rescata, lo sana y salva. Ser pastor es tener compromiso y coraje para anunciar la verdad, para anunciar con fuerza la Palabra de Jesús de Nazareth.

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