Del abandono a la esperanza


    “Señor, ¿Cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer, o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos, o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte? Y el Rey les dirá: En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mateo 25, 37-40)

    Basta simplemente con salir a la calle para atestiguar la cruda realidad que nos pone de manifiesto ejemplos de clara necesidad, vicios, enfermedades, dolor, marginalidad y, lo que es más doloroso, de abandono. En general, estamos creando una visión desalentadora de la sociedad, máxime en este contexto en el que la pandemia y la pospandemia ha azotado con fuerza a todas las economías, exacerbando las asimetrías y desigualdades.

    Más allá del aspecto material, el egoísmo ha crecido de manera alarmante y en proporciones tan peligrosas, que el ser humano está perdiendo la capacidad de agradecer, de dar gracias desde el corazón profundo, de comprender el sentido profundo del dar y recibir, y de apreciar el impacto que tiene en aquellos cuya vulnerabilidad merece ser atendida.

    Las virtudes revelan lo más puro de nuestra humanidad, permitiéndonos dejar atrás el individualismo y la indiferencia, expandiendo nuestros corazones en momentos en que más deseamos contenerlos, y respondiendo con acciones concretas que ayuden al prójimo a vivir con mayor dignidad.

    ‘Amar al prójimo’ no resulta fácil; se requiere empatía, solidaridad y compromiso, valores que no se limitan a las palabras y rompen con la utopía. Se concretan con fe y esperanza, materializándose en la práctica con una intensa vocación de servicio, en la misión de hacer visible el amor, un amor que da amor.

    Nuestro país siempre se ha destacado por el valor de la solidaridad. Desde esta página intento contribuir, en la medida de lo posible, visibilizando los innumerables ejemplos de entrega y servicio a quienes más necesitan. Un ejemplo inspirador es la Fundación San Rafael, dirigida por el Padre Aldo Trento, que ilustra exponencialmente la fe católica a través de acciones reales.

    Desde 1999, esta fundación atiende numerosas obras sociales en diversas áreas: salud, educación, alimentación, atención a niños y niñas desamparados o en situación de riesgo, así como la asistencia a ancianos y enfermos terminales de cáncer y sida. Todos estos esfuerzos van acompañados de un apoyo espiritual y material.

    Para muchos, la Fundación San Rafael es la luz en las tinieblas, un techo, un refugio, una fuente de alimento y, sobre todo, es un recordatorio de la dignidad que han perdido.

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