De la Miseria a la Misericordia


    “No sirve de nada llorar la miseria del mundo, sino que es necesario trabajar por la mitigación de la miseria en el mundo” Estas fueron las inspiradoras palabras que el obispo de Dubrovnik, el Monseñor Josip Marcelic, expresó a María de Jesús Crucificado Petkovic, transformándose en la fuerza motriz que la motivaría a emprender un camino de fe.

    Tras la devastadora Primera Guerra Mundial, Europa se hallaba sumida en innumerables calamidades: pérdidas de millones de vidas, ciudades e infraestructuras en ruinas, el derrumbe de la economía, cambios sociales y políticos; revoluciones, escasez, desgracias, abandono material y espiritual, desempleo, enfermedades y la extrema pobreza se extendían como una sombra inexorable sobre Europa.

    Esta angustiosa realidad hizo eco en el corazón de María de Jesús, una mujer fuerte y perseverante ante las adversidades. Comenzó dirigiendo, en Blato, Croacia, una cocina popular para los más más desfavorecidos. Luego, fundó un orfanato, hasta que finalmente, en el día de la anunciación, el 25 de marzo de 1920, siguiendo las orientaciones del obispo de Dubrovnik y alimentada por su vivo deseo de ayudar a los necesitados, como devoción y testimonio profundo del amor eterno y misericordioso de Jesús Crucificado, fundó la congregación conocida como ‘Hijas de la Misericordia de la Tercera Orden Regular de San Francisco’. Esta congregación tenía como propósito fundamental la educación e instrucción de la juventud. Las palabras de San francisco, “No vivir sólo para sí mismo, sino también para el bien del prójimo”, fueron el detonante para la vida apostólica de la Congregación.

    Y esa vocación de servicio hacia los más pobres, marginados y despreciados, provocaba en ella una inconmensurable alegría, pues veía en ellos el rostro de Jesús. Su amor fue aumentando con el tiempo y se convirtió en su norte, exhortando a todas sus hermanas a ser ejemplos de conducta y sacrificio, como una manifestación de bondad y amor. Abordó una misión que la llevó a expandirse y asentarse en distintas partes del mundo, llegando sus primeras hermanas a la Argentina en 1936 y posteriormente al Paraguay el 1941.

    La vehemencia de la historia y sus cicatrices se ven reflejadas en un mundo pluricultural lleno de luces y sombras. Lástima ver una exacerbada glorificación al consumismo y a la posesión material, donde afloran los sentimientos y deseos más oscuros del corazón humano. Ante esta realidad con la que convivimos frente a frente, surge la pureza sublime del amor, del perdón y la misericordia, a través de la entrega y del servicio de las hermanas de la congregación.

    En palabras de María de Jesús Crucificado Petkovic a sus hijas espirituales, se escuchaba decir: “Dios no nos ha creado para vivir retiradas en una cueva, y si hemos renunciado al mundo, es para trabajar por su salvación y levantarlo de sus miserias y ayudarlo en sus padecimientos. Preocúpense por los niños abandonados, por los ancianos y dense totalmente a las obras de misericordia, ya que se llaman ‘Hijas de la Misericordia’”.

    Ser portadoras de luz y ofrecer luz, es una tarea llena de retos y vicisitudes. En semejante contexto, que hoy, al igual que hace 100 años, se enraíza en el mundo, la misión de la congregación es rescatar lo bueno de cada ser humano y revalorizarlo a través de las obras de caridad. Testimoniar con sencillez, confianza y humildad, la misericordia y bondad de Dios Padre con la vida. Las Hijas de la Misericordia cumplen 82 años de presencia en Paraguay.

Comentarios

Otras publicaciones

Un destino marcado

Los sueños del Navegante

El silencio del viento

Sola

El camino del Cuarto Mago

"¿Qué lo que tanto?"