Inconexo

Inconexo

    «La soledad del presente me arropa, desconectándome con la realidad, atrapando la energía y la esencia de este momento, que es luz y pura vida, me abruman. Por la ausencia es difícil evitarlo, pesa, sabiendo que nunca aparecerás. El dolor de no recordarte, de no tocarte y tener tu presencia, de no escuchar tu voz, me ahogo en la pérdida. Son días de agonía espiritual, de un terrible vacío interior y abatimiento, todo se concentra como un caldo espeso, hediondo, llevándome al límite, arrastrándome hacia lo insoportable. Reflexiono en vano, profundamente sobre la vida y la sociedad; en una búsqueda estéril de la libertad individual, cuestionando la identidad, la exploración de la experiencia humana y el viaje, tanto físico como espiritual, a la vez que estúpidamente intento desafiar las normas sociales establecidas. Qué desperdicio de tiempo.    

    Los rayos de luz que se cuelan por las rendijas de las persianas no traen consuelo alguno, no hay nada que lamentar del pasado, pero cada destello que se filtra a través de esas fisuras acaricia y de alguna forma, colorea color sepia mi piel, son como un bálsamo, dejando una sensación de calma para el espíritu agotado. La casa es una cápsula del tiempo, gris y polvorienta. Comida podrida, gusanos y hormigas, ropa desordenada, zapatos y otros enseres desperdigados. Objetos desarticulados y olvidados como fragmentos de un rompecabezas abandonado. Piezas de juguetes rotos, libros deshojados y fotografías descoloridas que yacen dispersos sin orden ni concierto. Entre los escombros, caos y olvido, nostalgia y recuerdos, permanecen atrapados en ese crono.

    Las luces parpadeantes de las deslumbrantes pantallas me acompañan, buscando refugio en un mundo virtual que únicamente ofrece ilusiones que nunca llenan el vacío. Me sumerjo en el torrente interminable de información y entretenimiento, anhelando desesperadamente una señal, esperando un atisbo de autenticidad en este maldito desierto de superficialidad. A veces descanso, un poco, harto de las líneas rectas de todo, cansado de la perfección de los otros, de lo impoluto; escucho y leo, mucho y nada de ambos ¡basura! mejor tiro de botella y cigarro que son mejores compañeros ¿qué espero?

    No puedo negarlo, no eres irreal, para mí no, para mí eres muy real ¿qué espero encontrar? Lo lamento, pero aún creo que sigo esperando ahí, sentado en soledad, sabiendo que nunca aparecerás. Aun así, persisto en esa espera infructuosa, alimentando un amor que parece condenado, ahí, y no va a suceder. Te amo, necesito amarte; es esencial para mi crecimiento… y tú, ¿qué esperas de mí?… No lo sé, realmente… no lo sé. Déjame ir, déjame liberarme de este dolor, de este daño que sólo crece sin propósito alguno.

    La botella limpia, la decencia no tanto, en la lata se acumulan las cenizas y colillas de cigarros baratos calendarios de desconsuelo. Las paredes amarillentas guardianas del quebranto, del llanto de un ser, alguien que lentamente se va apagando, sellado por la vehemencia de la miseria del solitario y el deseo abusivo, desesperado de hallar el sentido perdido. Las interacciones se vuelven cada vez más aparentes, plagadas de palabras vacías y gestos huecos, apenas incapaces de rasgar la corteza de lo que realmente quiero expresar. Me siento como un extraño, desconectado de mis emociones y deseos más profundos, pero aun así me levanto temprano cada día, como cada día de cada semana, de cada año, me levanto temprano, domesticado por la rutina.

    Poco a poco, desde la distancia, ajena, no mía, siento la pieza de mi vida sumida en un silencio denso, apenas roto por el suave pisar de mis pasos perdidos sobre el suelo desgastado. Me encuentro con un espacio vasto y vacío, como si el tiempo mismo hubiera dejado firmadas las paredes desnudas y el aire polvoriento. No hay muebles ni decoración, adornos de ningún tipo, sólo soledad. No quiero ni necesito más; nada tiene sentido en este lugar, perfección de un lugar que lo percibo con claridad, desde la última madera rota, hasta el último libro despreciado. Lo que una vez rebosaba de vida y color, ahora sólo, no, sólo reducido a muros de desesperación. Silencio, es mío, encuentro paz, me siento tranquilo.

    No hables ni lo intentes, no necesito tus palabras ni tus intentos de consuelo; no digas nada, no quiero escuchar la emboscada de tu voz y seguir oyendo que luchas por mí. ¡Silencio!, sólo quiero que seas, sólo quiero tu presencia, esta vez, libre de miedos y expectativas... Sólo así, esta, en este silencio, puedo sentirme completo, aunque sea un instante cuanto más, eterno. Tono de no conexión.»

En el piso, se destaca caído, un anillo.

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