El gran salto

Piezas de rompecabezas formando una casa

    Nuestro país se encuentra estratégicamente ubicado en el epicentro de América del Sur, presentándose hoy como un atractivo nodo para el desarrollo económico y las inversiones. Su privilegiada conectividad, a escasa distancia de las principales capitales regionales, confiere una ventaja distintiva, especialmente en el ámbito empresarial. Precisamente, la posición estratégica y la robusta macroeconomía además de reforzar esta ventaja añaden un cimiento sólido que lo convierte en un foco de crecientes inversiones, con particular énfasis en el sector inmobiliario.

    Quienes buscan rentabilidad en sus operaciones identifican en Paraguay un mercado estable y atractivo, ya que presenta una conjunción única de factores propicios que actúan como motores de atracción para inversiones, tanto locales y extranjeras. La combinación de una baja carga impositiva, estabilidad monetaria, costos de construcción inferiores en comparación con otras naciones y una creciente demanda de vivienda impulsan un florecimiento en el sector inmobiliario. Este fenómeno no se limita a ser un mero impulsor económico; va más allá, contribuyendo de manera significativa en la generación de empleo, consolidando así a Paraguay como un actor destacado en el panorama regional.

    Aunque la demanda de vivienda atrae inversiones y genera beneficios, es primordial reconocer que la línea entre la rentabilidad y el desastre es extremadamente delgada. Este próspero escenario, por tanto, demanda vigilancia constante y debe ser cuidadosamente monitoreado. El aumento de los precios de la vivienda no sólo conlleva apreciaciones financieras, sino que también plantea desafíos socioeconómicos significativos de consecuencias diversas.

    Este auge, impulsado por una serie de factores que incluyen los bajos tipos de interés, el crecimiento en la demanda de viviendas y sí, lamentablemente, también la especulación, no puede ser abordado como un fenómeno unidimensional. Más bien, desencadena una cascada de impactos que, aunque algunos puedan lucir positivos superficialmente, requieren una mirada crítica y profunda para comprender su verdadera naturaleza. La entidad reguladora de la política habitacional del país enfrenta una tarea delicada en la regulación del mercado. Debe imponer estándares de habitabilidad y materialidad mientras supervisa el adecuado funcionamiento del sector, teniendo en cuenta las lecciones aprendidas de crisis inmobiliarias pasadas en otros países. La volatilidad inherente a estos movimientos de mercado puede desencadenar crisis financieras si las tendencias cambian repentinamente, dejando a su paso consecuencias económicas devastadoras.

    La crisis inmobiliaria de 2008 en Estados Unidos y su reverberación en países como España y un gigante, como China, ejemplifican la fragilidad propia al mercado inmobiliario y cuán vulnerables podemos ser ante estas contingencias. Las consecuencias económicas adversas de estos embates se manifestaron claramente con grandes escándalos que sumieron a muchas familias en serios problemas al perder sus viviendas debido a dificultades de liquidez para cumplir con las hipotecas.

    El espectáculo inmobiliario, a primera vista, puede percibirse como una suerte continua de apreciación de activos para una parte acomodada de la sociedad. Este grupo, sin lugar a dudas, experimenta un impacto positivo evidente, aunque, la realidad presenta otra cara. El aumento exponencial de los precios puede cerrar las puertas para los compradores novatos o aquellos con menos recursos, generando así una brecha social que mina la movilidad económica. La inaccesibilidad del mercado, fundamentada en el encarecimiento desmedido, se convierte en un oscuro subproducto de este auge, alimentando la desigualdad económica en lugar de atenuarla.

    Adicionalmente, junto con la tasa de interés aplicada al crédito, la institución rectora paraguaya debe examinar minuciosamente la relación entre los ingresos familiares y el costo de la vivienda. Los precios deben ajustarse en función de los ingresos familiares para estar en perfecta armonía con ellos. La disociación entre ambos elementos puede dar lugar a una especulación altamente perjudicial. El indicador clave de la asequibilidad de la propiedad, es decir, la relación precio/ingreso, se vuelve esencial para equilibrar la oferta y la demanda. La especulación, evitable mediante una cuidadosa regulación, se transforma en un riesgo latente en ausencia de este equilibrio.

    A pesar de que los bajos tipos de interés facilitan el acceso a créditos hipotecarios y estimulan la inversión, sus efectos secundarios no deben pasarse por alto. El incremento en la deuda hipotecaria aparece como una sombra silenciosa. Sin salvaguardias efectivas, el impulso positivo inicial podría transformarse en un riesgo potencialmente sistémico, socavando las bases económicas en lugar de fortalecerlas.

    La historia económica nos ha enseñado a temer la ausencia de regulación. La formación de burbujas inmobiliarias, ese espectro ominoso que surge tras un crecimiento desenfrenado, generan una ilusión de estabilidad que, tarde o temprano, representa una amenaza. En la mayoría de las oportunidades, esta situación desencadena correcciones abruptas y catastróficas. Hecho que conlleva no sólo un aumento severo de la deuda y de la inflación, sino que también puede sumergir a la economía en una recesión, acompañada por un incremento exacerbado del desempleo.

    Por otra parte, la institución rectora debe establecer alianzas estratégicas con entidades vinculadas al sector, en particular las instituciones financieras. La colaboración con los gobiernos municipales es importante para establecer agendas comunes y una planificación urbana adecuada, garantizando así la provisión de infraestructura y servicios públicos esenciales, factores fundamentales para atraer y retener inversiones. En este sentido, el desarrollo inmobiliario debe ir de la mano con la mejora continua para asegurar la calidad de vida de las personas.

    La diversificación de la oferta de viviendas ocupa un lugar central en esta visión. La clasificación y estratificación en viviendas sociales facilita la accesibilidad para diversos estratos y niveles económicos, permitiendo que aquellos interesados vean materializados sus sueños de una vivienda digna y adecuada, acorde con su capacidad económica, aunque, el aumento en la demanda, paradójicamente, puede tener un impacto negativo en comunidades más vulnerables. El desarrollo urbano, impulsado por la vorágine inmobiliaria, tiende a desplazar a aquellos de bajos ingresos, contribuyendo a la gentrificación y fomentando la segregación socioeconómica.

    La gestión adecuada y una regulación rigurosa son imperativas para prevenir las secuelas de la exclusión social y la desigualdad económica a largo plazo. El precio del progreso no debe traducirse en la exclusión de aquellos que más lo necesitan.

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