Un silencioso destructor de la salud urbana


    En medio del constante bullicio de las ciudades modernas, la tranquilidad parece ser un lujo que pocos pueden permitirse. Un enemigo invisible y silencioso acecha, despojando a los ciudadanos de su serenidad y minando sigilosamente su salud. Los ruidos molestos, que están presentes en nuestras vidas diarias, tienen consecuencias que van desde simples molestias hasta trastornos graves. La contaminación acústica, un problema creciente, pero subestimado, es un destructor silencioso que socava nuestra salud de manera traicionera y a menudo pasado por alto.

    Si bien la contaminación atmosférica a menudo acapara los medios, la contaminación acústica no debe pasarse por alto. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el ruido es la segunda causa ambiental de problemas de salud, después de la contaminación atmosférica. Las ciudades dan origen a un incesante panorama sonoro que rara vez se detiene. Es una preocupación creciente en la legislación relacionada con la población general, con sentencias que reconocen esto como un riesgo para la salud; el tráfico constante, las industrias, las obras de construcción y servicios, actividades y equipos domésticos, vecinos y no vecinos, el comportamiento social no respetuoso, los centros de ocio y la agitación diaria en general contribuyen a este conjunto discordante. El ruido urbano se ha infiltrado tanto en nuestras vidas de tantas formas que aún no comprendemos completamente, de hecho, creo que lo hemos normalizado o quizás lo hemos aceptado por miedo a que nos tachen de ‘plagueones’. A primera vista, estos sonidos no deseados pueden parecer inofensivos, pero el impacto acumulativo en la calidad de vida y en la salud es innegable.

    Uno de los efectos más insidiosos es el estrés crónico. Estudios científicos han demostrado que la exposición constante al ruido persistente puede desencadenar la liberación de hormonas del estrés, como el cortisol, y aumentar los niveles de ansiedad y depresión, además de otros efectos colaterales en el organismo. La relación entre el ruido y salud cardiovascular es cierta. La exposición a largo plazo a ruidos fuertes, ha revelado una asociación alarmante a un mayor riesgo de enfermedades cardíacas, hipertensión y accidentes cerebrovasculares. La respuesta del sistema nervioso al estrés causado por el ruido puede aumentar la presión arterial y dañar el revestimiento de los vasos sanguíneos.

    La calidad del sueño es esencial para la salud y el bienestar. Los ruidos molestos, especialmente durante la noche, interrumpen el ciclo de sueño y pueden provocar insomnio, esto se traduce en fatiga crónica, afecta negativamente la función cognitiva, generando dificultades de concentración y un mayor riesgo de accidentes. Además, altera la conducta y puede ser la causa de tantas reacciones violentas que a menudo observamos. Los niños no son inmunes a estos efectos. La exposición al ruido perturba el sueño, afecta al desarrollo cognitivo infantil, puede interferir con su capacidad de aprendizaje y lectura, además de provocar enfermedades psicosomáticas y alteraciones de la presión sanguínea.

    Abordar el problema de los ruidos molestos es esencial para proteger nuestra salud. Las ciudades pueden implementar políticas de planificación urbana que reduzcan la exposición al ruido, como zonificación acústica, protección de áreas residenciales y metropolitanas, regulaciones de ruido para la construcción, normativas para la instalación de equipos y convivencia, y el tráfico, sobre todo, el tráfico pesado en zonas urbanas. Además, la creación de espacios verdes, áreas de esparcimientos y parques más tranquilos contribuyen a la salud y el bienestar.

    En el país, existen regulaciones legales que salvaguardan los derechos de los ciudadanos en relación con la contaminación acústica. Entre estas regulaciones, destacan la Ley N.º6390/20, que establece directrices para controlar y mitigar la emisión de ruidos; la Ley N.º1100, que se enfoca en la prevención de la polución sonora; y a nivel municipal, específicamente en la ciudad de Asunción, se encuentra vigente la Ordenanza N.º183/04, que regula los ruidos molestos en el ámbito local.

    Es importante destacar que tanto las autoridades policiales como la fiscalía están facultadas para recibir denuncias relacionadas con la violación de estas regulaciones. No obstante, también hay que reconocer que la efectiva implementación y cumplimiento de estas normativas a menudo presentan obstáculos significativos. Como miembros de una comunidad, debemos desarrollar una conciencia cívica y adoptar un comportamiento ejemplar basado en el respeto mutuo.

    No es raro encontrarse con situaciones en las que ciudadanos se ven afectados por la falta de consideración de algunas personas, quienes hacen un uso inapropiado del espacio sonoro al aumentar el volumen de la música de manera indiscriminada en horas inoportunas o en generar molestias a través de voces elevadas, fiestas familiares, muebles o incluso ruidos, que normalmente pasamos por alto, como los originados por aparatos mecánicos, entre ellos sistemas de aire acondicionado, así como otros electrodomésticos de uso común. Estas experiencias son lamentablemente muy comunes y dan lugar a una diversidad de relatos personales. Me puedo identificar con algunas de estas situaciones, ya que he experimentado circunstancias similares, lo que me lleva a una comprensión empática y solidaria con aquellos que enfrentan esta problemática.

    Afortunadamente, creo que se están implementando medidas para abordar la contaminación acústica. Observo avances, desde la mejora de infraestructuras y el asfalto hasta la adopción de vehículos de transporte público más silenciosos. Sin embargo, el crecimiento urbano, el aumento en la cantidad de vehículos y la falta de consideración de algunos ciudadanos hacia sus semejantes hacen imperativa la adopción de medidas rápidas y efectivas.

    La clave para un futuro más apacible y saludable reside en abordar de manera efectiva la contaminación acústica y garantizar un entorno más tranquilo y saludable para todos, se requiere de una acción coordinada entre las autoridades competentes, el compromiso de la sociedad en su conjunto y la asignación de recursos adecuados.

    Si no actuamos con decisión, el número de personas expuestas a este mal continuará en aumento, lo que resultará en efectos perjudiciales para la salud. La tranquilidad es un derecho que todos deberíamos poder disfrutar y, para lograrlo, es fundamental que se tomen medidas concretas y sostenibles.

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