El niño de la linterna


    «Desde que aprendió a leer, devoraba todo lo que caía en sus manos. El pequeño Ima tenía nueve años y era un ávido lector. A sus padres les encantaba ver cómo su pequeño hijo disfrutaba leyendo; para ellos, un libro siempre fue el mejor regalo. A Ima le perdían las novelas gráficas de personajes corrientes que vivían grandes aventuras, sin embargo, había un problema, sus padres no querían que se quedara despierto hasta tarde para leer, ya que al día siguiente no había forma de despertarle para ir a la escuela.

    El pequeño no se dejaba vencer tan fácilmente. Cada noche, después de que sus padres lo arropaban en su cama y le daban el beso de buenas noches, esperaba a que apagaran la luz, entornaran la puerta y se alejaran un poco. Entonces, tomaba su pequeña linterna de explorador y se escondía bajo su acogedor edredón con una de sus numerosas novelas gráficas. Prendía la pequeña luz y con mucho cuidado, abría el libro, olvidándose del mundo exterior mientras se sumergía en su propio universo.

    En una de esas noches, estaba leyendo cuando de repente escuchó un ruido, pasos que se acercaban a su puerta. Rápidamente, puso el libro a sus pies y apagó la linterna, se quedó inmóvil, tumbado, en silencio. Su padre entró en la habitación para asegurarse de que estaba durmiendo. Ima permanecía quieto, dormido en un sutil fingido sueño, con el corazón latiendo rápidamente, pensando que su padre lo había descubierto.

    Para su sorpresa, su padre simplemente lo miró dormir durante un breve lapso, acaricio su tez y su cabello, y le dio un suave beso, a la vez que le susurraba al oído, “te amo”. Luego salió de la habitación, su sombra se desvaneció en el pasillo con pasos lejanos. Ima se sintió aliviado y emocionado al mismo tiempo. Comprendía que no podía quedarse despierto todas las noches, aunque también sabía que tenía un pequeño secreto que lo hacía sentir especial.

    Desde entonces, Ima seguía leyendo y soñando con ser él un día el aventurero de las historias que descubría. Bajo el edredón y con su linterna tenía su espacio, sólo de él, empero, esa noche algo pasó, creció un poco, asumió el compromiso de despertarse a tiempo para ir al colegio, pues no podía permitir ser descubierto. Y aunque sus padres siempre supieron de sus pequeñas travesuras nocturnas, Ima, ajeno a ello, siempre recordaría la sensación de libertad y emoción que experimentaba cada vez que abría una nueva historia.»

    Las novelas gráficas o cómics, como se prefiera denominarlos, han fungido como una fuente de entretenimiento tanto para jóvenes como para adultos durante décadas. Sin embargo, trascienden la etiqueta de simple pasatiempo y se presentan como un aliado sumamente valioso en el ámbito educativo. De hecho, es cada vez más común que los profesores opten por su inclusión en las aulas con el propósito de abordar una amplia variedad de temas y fomentar el desarrollo de diversas habilidades.

    Uno de los principales beneficios inherentes a los cómics radica en su capacidad para cautivar la atención de los estudiantes, gracias a su impactante estilo visual, el cual logra una armoniosa simbiosis entre el diseño gráfico y la literatura, una fusión que el mero texto por sí solo no podría alcanzar.

    En este contexto, los cómics se convierten en una herramienta idónea para la presentación de información compleja de una manera más accesible, amena y estimulante en contraste con los tradicionales libros de texto. Esta visión se potencia aún más cuando se abordan temas apasionantes, como la historia, el arte, la lengua o las ciencias, áreas que, por sí mismas, contribuyen al desarrollo de habilidades de lectura crítica y comprensión. Esta dinámica resulta especialmente ventajosa para aquellos estudiantes que enfrentan dificultades en el aprendizaje, ya que les permite disfrutar plenamente del proceso.

    Creo que, el Ministerio de Educación y Ciencias debería considerar la integración de estos formatos en sus planes de estudio, no se van a arrepentir.

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