CICM, un patrimonio más allá de lo académico


    “El que no vive para servir, no sirve para vivir”, esta poderosa máxima, atribuida al célebre escritor indio Rabindranath Tagore, es una fuerte llamada en la convulsa sociedad contemporánea, instándonos a encontrar un rumbo significativo a nuestras vidas.

    En una era saturada por la inercia materialista, la incertidumbre, la ambigüedad y lo etéreo, la satisfacción pasa por el placer efímero que brinda la comodidad, atrapándonos en la búsqueda insaciable de ‘poseer más, ‘ostentar mejor’ y ‘superar a los demás’ sea como sea. Sin embargo, detrás de estos motivos frívolos y superficiales, se esconde un profundo vacío interior y una desconexión total con lo que realmente somos.

    Servir no es fácil, una vocación de servicio es un arduo camino, nos desafía ser conscientes de nuestra fragilidad y la de los demás, es ir más allá de las limitaciones de nuestra zona de confort dejando de lado los egos. Es un crecimiento espiritual, un sacrificio, un acto de fe a la entrega generosa y desinteresada. Cada día tenemos la oportunidad de agradecer por un nuevo amanecer, por la vida, por lo que somos, por la familia y por la luz. Cada nuevo día tenemos la oportunidad para dar, para ayudar y esto lo digo en el sentido más amplio de la palabra, tanto en acción como en entrega, dar y darse, manifestando nuestra empatía y compasión. Entender las realidades ajenas, reflexionar, verse en el otro, sin juzgar, y comprender desde lo más profundo los sentimientos ajenos son habilidades esenciales. Son estas pequeñas acciones, como tender una mano amiga, ofrecer una palabra de aliento, o simplemente escuchar a quienes necesitan desahogarse, las llaves que abren las puertas de nuestra conciencia, enriquecen nuestras vidas y alimentan nuestras almas.

    La caridad y la empatía fomentan la comunión con nuestros semejantes, guiándonos hacia la visión de San Pedro: “tened todos el mismo pensar y el mismo sentir”. En esta ‘común unión’, emergen virtudes cristianas profundas, las que dejan huellas perdurables en los corazones desprotegidos, tristes y abatidos. La historia está repleta de ejemplos de quienes, reconociendo su vocación de servicio, transformaron sus vidas en una acción constante de entrega.

    Hace 75 años, las Hermanas Vicentinas de Zagreb abrieron, a la ciudad de Asunción, las puertas del Colegio Inmaculado Corazón de María, CICM. Esta institución educativa es parte de la labor apostólica de la Congregación de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl en Paraguay, una congregación fundada en 1856 por el cardenal croata Juraj Haulik en Zagreb. Desde 1900, las Hermanas han estado presentes en Paraguay, dedicándose a la atención de ancianos, enfermos, huérfanos, al apostolado de la estampa y a la educación e instrucción cristiana. Por lo tanto, el Colegio Inmaculado Corazón de María con un alto concepto de vocación al servicio abraza esta tarea educativa y ha acumulado una larga tradición en la formación de jóvenes paraguayos, convirtiéndose en un referente de educación de calidad en Paraguay.

    El modelo educativo del CICM, más allá de brindar una educación académico y pedagógica de alta calidad; también promueve una educación integral para la vida basada en valores. Forma ciudadanos respetuosos y responsables, fomentando la cultura del esfuerzo, los principios democráticos, la caridad, la empatía, la inclusión, la solidaridad y la fortaleza espiritual. Equipados con estas herramientas, los estudiantes pueden enfrentar desafíos importantes y asumir compromisos positivos en una sociedad que demanda no sólo buenos profesionales, sino también buenas personas que sean agentes de cambio, que sean protagonistas.

    Las Hermanas Vicentinas han sido reconocidas por su destacada labor en la educación y la atención a los más necesitados. Su incansable trabajo ha desempeñado un papel fundamental en el desarrollo de la sociedad paraguaya, y su legado continúa siendo una fuente constante de inspiración, para todas las generaciones.

    En honor a todos los años de servicio, felicitamos a la Congregación de Hermanas y a todo el equipo docente y demás profesionales. Que los años por venir estén llenos de bendiciones, amor y la satisfacción de saber que siguen dejando huellas imborrables en innumerables vidas, inspirando con su ejemplar dedicación.

    Con todo nuestro cariño y gratitud.

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