Pergamino en blanco
![Imagen](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEihnF7zEsZNQDJCW39TZeWb_-bt8Y_dK5CiE0qz__GiXgP8HETDczNNymApdNGk04tZUnyxBZgrGO0W2Vnv_D50EOqHW_PQ3AuSba2Cnrlx88fWpOhkm9KlClBHJZbqVcJB_DKFkPA5ojXyZ1Z5XJzj0OunK_jHcrsfg_9msFx1ej0DJkpTBjQzz7Z0-Zs/w640-h360/Foto%20de%20Jingda%20Chen%20en%20Unsplash.jpg)
Entre las películas preferidas de mis hijos, se encuentran las de "Kung Fu Panda". Las divertidas aventuras de Po, el ‘Guerrero Dragón’, despiertan risas tanto en niños como en adultos, dejando tras de sí sabias lecciones de vida impregnadas con altas dosis de realidad, pragmatismo y, sobre todo, humanidad. Recientemente, volvimos a ver una de estas películas, por la quincuagésima vez, debo decirlo para ser exactos, y rescato una escena en particular. En este episodio, Po recibe el rollo del dragón, un pergamino ancestral que sólo ante el auténtico ‘guerrero dragón’ se desvelaría para ser leído. Este legendario manuscrito prometía otorgarle poderes inmensurables, transformándolo en un guerrero formidable y otorgándole la excelencia necesaria para cumplir su misión de proteger el valle. El panda lo recibió con gran emoción, ya que después de un arduo entrenamiento y gran esfuerzo para convertirse en la mejor versión de sí mismo, le aguardaba el grandioso honor d