Sueños de verano

Niño jugando con chorros de agua

    En el océano de los recuerdos, en el lugar más recóndito y entrañable de la nostalgia, reposan los gloriosos años en los que los veranos eran algo más que una simple estación; días pintados de un azul especial, memorias de ilusiones bañadas por el tiempo estival. Aromas de hierba húmeda recién cortada y dulces flores se mezclaban en el aire liviano de la mañana, mientras las jornadas discurrían entre pileteadas, partidos de pelota, rutas en bicicletas, fiestas, playas, acampadas en montañas y aventuras que prometían descubrimientos y experiencias imperecederas grabadas en lo más íntimo del alma.

    Un lugar del tiempo donde la tecnología aún no había corrompido los propósitos de escribir historias en los corazones de los espíritus libres. Tumbados en el parque, contemplando como las nubes y las estrellas pasan viajando por el cielo, dejando que nuestros sueños divagaran, risas y carcajadas retumban inmortales de esos trances, eran días de encuentros efímeros que, en el momento, todos creíamos fueran eternos. Amistades fuertes y maravillosas, algunas olvidadas y besos de amores fugaces, con todo lo bueno y sus contras, formaban una pandilla unida por la camaradería que sólo el implacable paso del tiempo retaría.

    A lo lejos, esos fragmentos llenos de magia se revelan como instantes perfectos, no les pondría hoy ningún ‘pero’ que empañara la atemporalidad de esos tesoros, recuerdos singulares de aventuras compartidas, de promesas que perduran y amigos que trascienden más allá del simple paso del tiempo. Agradecemos a nuestros padres por regalarnos tan preciosos recuerdos.

    Hasta acá el flashback meloso; volvamos a la cruda realidad. Cuando el año lectivo exhala su último suspiro con los rígidos horarios y uniformes escolares que parecen sacados de la moda del siglo pasado, marcando la pausa necesaria, se desencadena en ese preciso instante una transformación automática en los pequeños. Los vemos felices, ilusionados, rebosantes de júbilo, brincando como cervatillos en el campo, celebrando su libertad de cargas, emancipados de las responsabilidades, exentos de madrugadas y de todas esas tediosas tareas prácticas. Parecen enfilados cual pandorga hacia un verano lleno de vacaciones y aventuras de fantasía, uf, ¡qué ingenuos! Porque la pesadilla para nosotros, los padres, acaba de empezar, tras una socarrona sonrisa, nos atajamos la cabeza con la inevitable melodía: ¿y ahora qué hacemos con los niños?

    Afrontar esos días aciagos no es tarea fácil, y hacerlo mientras cumplimos con las responsabilidades laborales es aún más intrincado. Después de un año de dedicación en la escuela, los niños reclaman su derecho a descansar, a permitirse alargar las horas de sueño y a disfrutar plenamente, dándose privilegios que normalmente están restringidos. Mientras tanto, en paralelo, nosotros, como padres nos hallamos totalmente desconectados, en un estado de disociación, tratando de equilibrar el trabajo con las expectativas de nuestros hijos.

    Es innegable que el ritmo que llevamos durante el año es frenético o así lo percibimos, con múltiples actividades que debemos cumplir a rajatabla, entre trabajo, familia, escuela y las innumerables tareas y ansiedades que gerenciar en medio de todo eso. Así que, inicialmente, podemos ver las vacaciones de los niños, aunque no siempre coincidan con las nuestras, como una oportunidad para reducir la intensidad de nuestras funciones, otorgándonos un respiro temporal. Y en gran medida, es así.

    No obstante, el periodo estival se torna excesivamente largo cuando nos enfrentamos al desafío de llenar esas dilatadas horas del día, y nos embarga la ansiedad al calcular la manera de emplear ese tiempo de forma saludable y eficiente, especialmente en el contexto actual donde los dispositivos tecnológicos y las alternativas virtuales acechan como potenciales adversarios silenciosos. Nos sumergimos en pensamiento sobre opciones prácticas, agradables y entretenidas, que no impliquen un desembolso económico significativo. Existen opciones, aunque es necesario buscar y descubrir aquellas que se ajusten a cada uno de los parámetros, permitiéndonos la posibilidad de disfrutar plenamente.

    En este sentido, sin pensarlo dos veces, quizá un paseo de fin de semana o por algunos días más al interior del país, no importa que sea cerca o lejos, el caso es salir de la ciudad al menos, es una de las representaciones más concretas para escapar un poco de lo cotidiano, aunque, claro, cuando empezamos a disfrutar, ya es el momento de regresar a casa. Sin embargo, el verdadero reto reside en encontrar el equilibrio, haciendo comprender a los niños que, incluso en vacaciones, hay deberes que cumplir y que su ayuda en casa es esencial para mantener la armonía y el orden.

    Participar activamente en tareas del hogar, innovar con cambios en la decoración de espacios y aventurarse en actividades culinarias, básicamente aprender jugando, son formas efectivas de involucrar a los niños. Explorar lugares no visitados en la ciudad, siempre reserva sorpresas por descubrir; visitar museos, asistir a eventos culturales y participar de las numerosas propuestas que usualmente se desarrollan en torno a las fiestas navideñas, son opciones añadidas. Vale la pena destacar que la Senatur ha venido canalizando iniciativas notables al respecto.

    Las colonias de vacaciones se presentan como una opción altamente eficaz, estableciendo espacios lúdico-educativos de gran relevancia. No se limitan únicamente a ocupar el tiempo de manera productiva, sino que ofrecen a los niños aprendizajes prácticos. Desde actividades deportivas que promueven la salud física y mental hasta otras que estimulan la creatividad y el arte en todas sus formas. Este conjunto, como un valor añadido, facilita una conexión real con sus pares, fomentando la socialización y contribuyendo al desarrollo de conductas y habilidades humanas que enriquecen de manera significativa su desarrollo.

    Aprovechemos al máximo estas vacaciones y dediquemos tiempo de calidad a quienes realmente amamos, sin excusas ni procrastinaciones. Si no es ahora, ¿entonces cuándo? Sabemos que a menudo resulta un tanto más complicado en medio del año. Por favor, creemos esos espacios, momentos para recrearnos, soltar rienda, divertirnos y aprender a disfrutar plenamente de las pequeñas y grandes bendiciones que la vida nos regala. Compartamos estos instantes con los nuestros, los que más importan, nuestra familia.

Comentarios

Otras publicaciones

Un destino marcado

Los sueños del Navegante

El silencio del viento

Sola

El camino del Cuarto Mago

"¿Qué lo que tanto?"