Adviento de María


    «No tengas miedo, María; Dios te ha concedido su favor. Quedarás encinta y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús» …/ Y por obra del Espíritu Santo, María, Virgen, se siente y se sabe Madre.»

    Madre e Hijo en la unidad, gracias al amor eterno y misericordioso de Dios. Ella conmovida con el Verbo del Padre, fue creada para ser Madre del Creador. Exenta de pecado, llena de gracia, toda enternecida, vivencia profunda e íntimamente su adoración por la Luz Encarnada que siente gestarse en su seno. Amor absoluto de una Madre con su Hijo, carne de su carne, que vive gracias a la vida de Ella, y al que llena de amor, llama: «Ven hijo, ven Jesús ven, ya te quiero tener en mis brazos, para que seas la Luz que brille en las tinieblas».

    ¡Adviento de María! qué gran felicidad para la Virgen, ser Madre de la misma Vida. Qué gran misterio el que Ella vivencia y atesora; y alabando con su alma engrandece la Gloria del Señor. ¿Cómo habrá sido su vida durante la espera de su Hijo?

    El 'Sí' espontáneo en el momento de la Anunciación, encierra la expresión más profunda de fe, de confianza y compromiso con Dios, quien eligió que su Hijo naciera bajo el abrigo de una familia - modelo e inspiración para todos- para que más allá de su divinidad, Jesús creciera en humanidad, alegría y fe.

    Estamos en el camino de Adviento, una oportunidad más para abrir el corazón y recibir con felicidad el nacimiento de Jesús, de vivir confiados el amor de Dios. Un camino de humildad y esperanza hacia la oscuridad interior con el propósito de encontrarnos con la Luz de Jesús.

    Últimamente, pareciera que el significado de la Navidad se va desdibujando, deshumanizando en lo efímero de lo superficial, de lo material, del consumo desmedido, de la competencia, la posesión, la ambición y el egoísmo, en contra del verdadero sentido salvífico que tiene el nacimiento de Cristo.

    Hay que saber parar y respirar, despertar. Adviento, es gratitud, es esperanza y libertad, es tiempo de reflexión y de perdón. De la conversión de la mente y del corazón, encenderlos para volver a la inocencia, llegar a ser los niños que en verdad somos y observar con estos ojos, la grandeza del Padre que se nos revela.

    En esta época navideña, desde la sencillez y el simbolismo del nacimiento en Belén, rememoremos con gratitud y emoción profunda el nacimiento de Cristo Dios. Miremos el futuro con el alma llena de esperanza y un propósito firme de conversión. Y así, como María, tengamos siempre una actitud de escucha y fortaleza espiritual para evangelizar con el ejemplo de vida.

    Les invito pues, a vivir profundamente esta espera de la venida, a vivir del misterio de Dios y encender en todas las casas, con la familia, con los amigos y conocidos, con el prójimo, las llamas de la corona de Adviento: amor, paz, tolerancia y fe.

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