¡No quemen los libros!


    El cine es una poderosa forma de preservar visualmente momentos históricos, proporcionado un registro de crónicas, permitiendo a las generaciones futuras ver y comprender eventos históricos. Más allá de la mera documentación, el cine capta la cultura, la sociedad, la política y la economía de la época, mostrando una visión emocional, personal y detallada de cómo la gente vivía, se vestía y experimentaba los avances industriales y tecnológicos, así como la música y la cultura popular de su tiempo, reflejando las preocupaciones, valores y mentalidad de la sociedad de ese periodo, facilitando una valiosa visión de la vida cotidiana en el pasado.

    Las películas tienen la capacidad de influir, de una forma u otra, en la conciencia pública y en la percepción de la historia. A veces, ofrecen una mirada retrospectiva, mientras que en otras ocasiones presentan visiones proféticas de cómo se percibieron esos momentos, aún no alcanzados, en su tiempo. Estas representaciones desencadenan debates, crean y aumentan conciencia sobre asuntos sociales y políticos y moldean la opinión pública acerca eventos y figuras históricas.

    El cine ha funcionado como un testigo silencioso que no sólo entretiene, sino que también puede considerarse un arte visionario, que permite a los cineastas plasmar sus visiones creativas y exploratorias sobre el mundo, el futuro y la sociedad. A través de películas innovadoras y temas quiméricos, contribuyen a la evolución del pensamiento y la cultura, a menudo anticipando, ya sea intencionalmente o no, la dirección en la que avanza la sociedad.

    En este panorama, muchas películas, en particular las de ciencia ficción y fantasía, han abordado una amplia gama de temas futuristas y conceptos distópicos. Estas obras cinematográficas desafían con frecuencia realidades filosóficas, valores éticos y morales, y sumergen al espectador en mundos devastados por eventos apocalípticos. También analizan el potencial y las posibles implicaciones de avances tecnológicos, científicos o sociales, así como, exploran temas como los viajes espaciales y temporales, y sociedades futuras que han sufrido cambios significativos. Muchas veces, estas películas presentan tramas con acciones distorsionadas y elementos surrealistas que profundizan en diversos aspectos de la vida humana, y no pueden dejar de abordar una de las grandes preocupaciones: la manipulación política autoritaria.

    En un mundo donde la información fluye de manera constante y abrumadora, la subjetividad humana siempre enfrenta esta amenaza inminente. A través de la historia, hemos sido testigos de regímenes que han intentado anular la subjetividad individual en un esfuerzo por imponer un pensamiento único y mantener un control absoluto sobre la sociedad.

    Si me lo permiten, voy a utilizar como ejemplo, aunque ya sé que hay una infinidad de otros muchos, una película que me dejó una profunda impresión cuando era apenas un niño, “Fahrenheit 451” de François Truffaut, basada en la novela homónima de Ray Bradbury, que después decidí con mucho gusto a leer. En esta distopía, el gobierno censura y prohíbe la lectura de libros como un medio para mantener el control sobre la población. La posesión de libros está completamente vetada, y de manera paradójica, son los bomberos quienes los queman, quizás esto fue lo más chocante para mi ‘yo’ niño. Estos bomberos son agentes del gobierno que persiguen y destruyen cualquier forma de literatura, ya que se considera una amenaza para la estabilidad y 
uniformidad del estado.

(…)
En aquel momento, Clarisse MeClellan dijo:
- ¿No le importa que le haga preguntas? ¿Cuánto tiempo lleva trabajando de bombero?
- Desde que tenía veinte años, ahora hace ya diez años.
- ¿Lee alguna vez alguno de los libros que quema?
Él se echó a reir.
- ¡Está prohibido por la ley!
- ¡Oh! Claro...
- Es un buen trabajo. El lunes quema a Millay, el miércoles a Whitman, el viernes a Faulkner, conviértelos en ceniza y, luego, quema las cenizas. Este es nuestro lema oficial.
Siguieron caminando y la muchacha preguntó:
- ¿Es verdad que, hace mucho tiempo, los bomberos apagaban incendios, en vez de provocarlos?
-No. Las casas han sido siempre a prueba de incendios. Puedes creerme. Te lo digo yo.
- ¡Es extraño! Una vez, oí decir que hace muchísimo tiempo las casas se quemaban por accidente y hacían falta bomberos para apagar las llamas.
Montag se echó a reír.
(…)

    El
 argumento sigue a Guy Montag, un bombero que, inicialmente, es un ferviente defensor de esta política, pero que comienza a cuestionar su papel en la sociedad cuando conoce a Clarisse McClellan, una joven que lo desafía a reflexionar sobre la importancia de los libros, la libertad de pensamiento y la vida.

    En la actualidad, la censura y el control de la información por parte de algunos gobiernos y corporaciones son motivo de preocupación, ya que limitan la diversidad de opiniones y la subjetividad. Estas acciones buscan restringir la libre circulación de ideas y la expresión de opiniones contrarias, en síntesis, eliminar voces críticas y mantener una narrativa única y dominante. Este fenómeno se manifiesta a través de la supresión de medios de comunicación independientes, la censura en línea o la persecución de discrepantes. Es triste notar que, hoy en día, enfrentamos un problema penoso: el declive de los hábitos de lectura. Las estadísticas revelan cifras alarmantes en este aspecto, no hicieron falta los bomberos para quemar los libros en esta era digital.

    La imposición de un pensamiento único pretende aplastar la diversidad de opiniones y perspectivas, al igual que se describe en la novela de Bradbury, donde se busca la uniformidad y la conformidad a expensas de la individualidad. Esta uniformidad no sólo socava la libertad de expresión, sino que también menoscaba la riqueza que emana de la diversidad de pensamiento. Es esencial recordar que la subjetividad humana representa un componente fundamental de nuestra sociedad, y su anulación conduce a la pérdida de la esencia misma de lo que nos hace individuos únicos.

    Guy Montag, como descubre en "Fahrenheit 451", la literatura y el pensamiento crítico son herramientas poderosas contra la manipulación. La literatura nos permite explorar diversas perspectivas y experiencias humanas, mientras que el pensamiento crítico nos capacita para cuestionar y analizar la información de manera objetiva, fomentando así la subjetividad y la reflexión individual. Promover la lectura y el pensamiento independiente es esencial para preservar nuestra subjetividad. La lectura nos prepara para afrontar la vida con una mente abierta.

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