Misioneros del amor


    La Iglesia, arraigada en su esencia misionera, convoca a todos los cristianos a convertirse en misioneros incluso antes de su nacimiento, como se menciona en Jeremías 1:5: "Antes de otorgarte la vida, ya te había elegido; antes de tu nacimiento, ya te había apartado; te designé para ser profeta de las naciones".

    La labor del cristiano no se limita únicamente a proclamar el Evangelio, sino que comienza dentro de uno mismo, en la conexión con nuestra verdadera naturaleza y en la búsqueda de la unión nuevamente con nuestro Padre.

    Jesús, a través de su ejemplo en la Tierra, quebró la barrera de separación entre nosotros, Dios y el mundo. ¿Cuán adormecidos estamos para no percatarnos de la interconexión que existe entre todo y entre todos? Desde lo más diminuto hasta lo más inmenso, desde lo terrenal hasta lo celestial. Pareciera que ni vemos ni escuchamos, estamos adormecidos.

    La luz emerge cuando enfrentamos el miedo, el dolor y la oscuridad. Sólo cuando renunciamos a la comodidad y a la supuesta seguridad, y nos lanzamos al "vacío" con fe, se manifiesta la luz. Cuando este propósito surge desde lo más profundo del corazón, donde la razón no puede penetrar, se despiertan fuerzas y emociones inimaginables. Es una revelación tan poderosa y una motivación tan abrumadora que aclara la senda: "soy y actúo".

    Deseamos ayudar, anhelamos contribuir, y este deseo siempre busca un camino para expresarse. Se trata de buscar, de encontrarnos y de conectarnos con este propósito para vivir con grandeza, otorgando un significado sólido al 'para qué’ de nuestra existencia.

    El llamado a la misión es un concepto enraizado en la historia de la Iglesia Católica, desde los apóstoles que dejaron una lección invaluable a través de su audacia al enfrentar la vida y su misión de difundir la Palabra de Dios, hasta los misioneros contemporáneos que trabajan en las zonas más remotas del mundo. La esencia de su labor ha perdurado a lo largo del tiempo.

    Lo que distingue a los misioneros es su capacidad de adaptación y su disposición a sumergirse en realidades culturales y sociales diversas. Sin embargo, no se limitan únicamente a tintes religiosos, sino que también se involucran activamente en proyectos que buscan mejorar la vida de las personas y las comunidades a las que sirven, abarcando una amplia gama de campos, desde proyectos educativos, médicos y sociales hasta desarrollo sostenible y la construcción de escuelas, hospitales e infraestructuras en general.

    En un mundo marcado por la desigualdad y la injusticia, el camino de los misioneros no está exento de desafíos. Han asumido también un papel activo en la promoción de la justicia, luchando contra la pobreza, la exclusión y la discriminación, y abogando por los derechos humanos y la dignidad de cada individuo. En muchas ocasiones, se enfrentan a condiciones adversas que van desde la falta de recursos básicos hasta tensiones políticas, crisis humanitarias, violencia e incluso situaciones de conflictos bélicos. Su dedicación y resiliencia son ejemplares, ya que persisten en su misión con una determinación que inspira.

    En una realidad cada vez más polarizada, algunos cuestionan el papel de los misioneros. Sin embargo, como describí antes, su labor va más allá de lo religioso centrándose en la promoción de valores como el dialogo, el respeto, la solidaridad, la tolerancia, la justicia, la comprensión y la compasión. Además, su presencia en zonas marginales y olvidadas a menudo aporta visibilidad a problemas sociales que de otro modo pasarían desapercibidos.

    Los misioneros encarnan el espíritu de servicio y entrega, recordándonos que la fe es un motor para la acción. Su ejemplo es una historia de sacrificio y esperanza, un recordatorio de que la verdadera religión trasciende las fronteras y se manifiesta en el amor al prójimo.

    Hace un tiempo, durante una reunión, un sacerdote planteó la pregunta: "¿conocen algún lugar o situación donde duden de la presencia de Jesús?" A pesar de las diversas opiniones sobre la ausencia de Dios en el mundo, todas ellas respetables, personalmente, creo que Jesús siempre está presente, en cada momento y lugar, en las alegrías y en las penas. Cualquier situación, por agradable o dolorosa que sea, representa una oportunidad para actuar con conciencia y amor, mas, sobre todo, una ocasión para despertar a nuestra auténtica misión.

    ¿Estamos dispuestos a asumir tal compromiso?

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