Desconectar para conectar


    «He visto como a ese niño, sagaz y astuto, que solía vivir mil aventuras en la calle, en el parque, en la escuela o en el campo, compartiendo momentos con los amigos, perdiéndose en los comics, en los libros o en las series de ciencia ficción que disfrutaba los fines de semana y luego emocionado lo comentaba en la escuela con los compañeros, pasó un día, a encontrase con un aparato ajeno, desconocido y por curioso, lo encendió. En ese mismo momento, algo drástico sucedió, su vida cambio por completo, quedó atrapado por la tecnología.

    Pasaba horas y días enteros navegando en la nube, viendo videos, jugando juegos y chateando con amigos en línea. Se volvió obnubilado, como un zombi, completamente atrapado por el brillo de semejante artefacto. Se sentía más conectado que nunca, con acceso total a todo, pero también, al mismo tiempo, experimentaba una creciente sensación de aislamiento de su entorno. 

    Todos a su alrededor, familiares y amigos notaron el cambio, más nadie dijo nada, por eso de: “es lo normal”. El niño ya no mostraba interés por las cosas que antes solía disfrutar con tanto entusiasmo. Pasaba todo su tiempo mirando la pantalla, sin importar que estuviera en blanco, incluso cuando otros amigos intentaban hablar con él.

    Mas, un día finalmente, sus padres ya cansados, preocupados, decidieron intervenir. Se acercaron a su hijo y, con amor, le preguntaron qué le había sucedido y por qué estaba tan arisco, distante y apagado, recordando al niño alegre, atento y astuto que solía ser, siempre ansioso por aprender nuevas historias y conocimientos. Ahora sólo parece estar atrapado. 

    Su hijo, inicialmente tentado a responder con impaciencia, quería callarlos con improperios, que no le molesten porque estaba viendo a su streamer predilecto. Pero pensó bien sus palabras, no eran cualquier persona, se dio cuenta de que eran sus padres quienes enfrente estaban preocupados y decidió ser honesto, respondió, bajando un poco la mirada, con vergüenza. Reconoció a sus padres, con sentimiento que el aparato lo había absorbido por completo y que, aunque se sentía conectado, se había desconectado del resto, de la vida real, de las cosas que tanto amaba.

    Sus padres, comprensivos, mirando a su niño, le recordaron que la tecnología es una herramienta maravillosa para enriquecer la vida, pero que también podía ser de doble filo. Le aconsejaron encontrar un equilibrio entre su vida en línea y su vida real, apreciando las cosas simples y hermosas que la vida, la real, tenía para ofrecer.

    El niño, atento, tomó el consejo de sus padres en serio y comenzó a usar su celular con responsabilidad y moderación. Volvió a sumergirse y disfrutar de las historias y aventuras, de la compañía de amigos y de todo lo bello que le rodeaba. Descubrió que la verdadera riqueza estaba en las experiencias compartidas y en la conexión con el mundo real, viviendo así una vida más plena.»

    Con la llegada de las nuevas tecnologías digitales, el estilo de vida actual difiere enormemente con el de antaño. Si bien, es innegable que los beneficios saltan a la vista, mejorando nuestras vidas en muchos aspectos, también han traído consigo una mochila llena de desafíos. Estos se hacen especialmente evidentes cuando se trata del uso inadecuado y la dependencia de los dispositivos digitales.

    Hace no mucho tiempo atrás, nos sorprendíamos ante la posibilidad de enviar un simple mensaje de texto desde un primitivo aparato. Claro, visto desde la perspectiva actual, esos dispositivos eran bastante rudimentarios, en ese entonces para los de antaño, era tecnología Star Wars y los utilizábamos principalmente para lo básico. Medíamos cada minuto de conversación con precisión milimétrica y escatimábamos las palabras que íbamos a escribir. Estas limitaciones no eran necesariamente tan malas, ya que nos obligaban a ser mejores, aplicábamos la regla: directos, claros y objetivos en nuestras comunicaciones.

    Nos adaptamos a un nuevo lenguaje que implicaba abreviar palabras y eliminar letras innecesarias, por lo general las vocales, un carácter demás podía significar un costo adicional y chau al presupuesto. Los costos asociados a la comunicación eran bastante altos.

    Sin embargo, en la actualidad, el panorama ha cambiado. Con la democratización del mercado y la amplia disponibilidad de dispositivos móviles, software y aplicaciones de todo tipo, los celulares se han convertido en una herramienta esencial en nuestras vidas. Desempeñan un papel fundamental en prácticamente todos los aspectos de nuestra rutina diaria. Estos dispositivos han evolucionado desde ser meros medios de comunicación hasta convertirse en una parte integral de nuestra vida cotidiana, influyendo en la manera en que trabajamos, nos comunicamos y nos entretenemos.

    Nuestros dispositivos móviles nos mantienen conectados en todo momento, son la vida. Sin embargo, esta conectividad constante o, en algunos casos dependencia en una desconexión con la realidad, ha dado lugar también a una preocupante proliferación de la adicción a los dispositivos móviles.

    Esta adicción, ya sea por un uso excesivo o por el miedo irracional e incontrolable de estar sin un teléfono celular, conocido como nomofobia, está en constante crecimiento. Pero, ¿qué impulsa estas reacciones?

    La respuesta radica en la interacción humana y la necesidad de gratificación instantánea. Los teléfonos inteligentes ofrecen una vía para satisfacer estas necesidades al proporcionar acceso inmediato a la comunicación, a la información y a la estimulación visual. Las notificaciones y alertas crean una sensación de urgencia, alimentando aún más la compulsión de revisar constantemente el dispositivo. No obstante, esta adicción no sólo afecta la forma en que nos relacionamos con la tecnología, sino también nuestra salud mental.

    La constante exposición a las redes sociales y la presión por mantenerse al día con las últimas tendencias pueden llevar a problemas como la ansiedad, la depresión y la baja autoestima. Además de afectar nuestras relaciones personales, ya que la falta de atención y la constante distracción socavan la calidad de las relaciones familiares y sociales. También disminuye la concentración en el ámbito laboral y educativo, lo que afecta la productividad y el rendimiento.

    Revisar el celular mientras se maneja representa un riesgo grave tanto para la vida propia como para la de los demás, pero a muchos parece no importarles y hacen caso omiso de esta advertencia. También interfiere con el sueño, ya que perturba el ritmo cardiaco, dificultando el descanso nocturno, lo que tiene un impacto directo en nuestro día a 
día.

    Para contrarrestar estos efectos negativos en nuestra psiquis, es fundamental adoptar medidas preventivas. Establecer límites en el uso de los celulares, desconectar en momentos clave del día y promover la educación sobre el uso responsable de la tecnología son pasos esenciales. La adicción a los celulares es una realidad que debemos enfrentar, pero con la prevención adecuada, la conciencia y la acción proactiva, podremos mantener un equilibrio entre la conectividad digital y nuestro bienestar personal, disfrutando así de los beneficios de la tecnología sin caer en sus trampas.

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