'Menticidio'

Megáfono naranja en pared naranja

    La idea de que algunos gobiernos o élites no gubernamentales puedan utilizar el miedo como herramienta para ejercer control y moldear la sociedad, es un tema recurrente tanto en muchas obras de ficción como en los debates que tienen lugar en los campos de la sociología y la política. En la actual era de la información y la conectividad, la psicología humana y su vulnerabilidad a la sugestión se ha convertido en una cuestión focal de observación.

    A lo largo de la historia hemos presenciado ejemplos palpables de cómo el lenguaje se ha utilizado como una auténtica arma de aniquilación. Con premeditación y alevosía, se sembraba el miedo, se fomentaba la psicosis y se desencadenaban eventos espeluznantes entre la población. Lográndolo mediante el uso de propaganda y la promoción de la confusión, manipulando las mentes de las personas y forzándolas a aceptar creencias impuestas. La implantación de una única idea manipulada, en ocasiones bastaba con sólo una palabra clave, tenía la capacidad de actuar como un acelerador para desencadenar una serie de acciones destructivas, una dinámica que guarda similitud con lo que observamos en el mundo actual.

    En diversas partes del mundo, existen legítimas preocupaciones en relación con la persistente obsesión por el dominio de las instituciones, organismos, entidades y empresas estatales. Este fenómeno claramente no sería factible sin la consiguiente manipulación de la información, el ejercicio de la censura, la supervisión de los medios de comunicación y la propagación deliberada de la desinformación por parte de ciertos gobiernos, con el fin de mantener el control sobre la población, que es su principal aspiración.

    El impacto en la sociedad es profundo y altamente significativo. Cuando se establece la idea, los ‘líderes’ consolidan su poder de tal manera que llegan a ser percibidos como figuras de magnificencia casi divina en la mente de la población, algo que, lamentablemente, ya observamos en algunos casos. Esto no se limita únicamente a los regímenes totalitarios, sino que es aún más preocupante en democracias liberales que están ‘pseudo- consolidadas’ y se proyectan al resto del mundo como ejemplos a seguir.

    Al mismo tiempo, la población, que es el denominador común, tiende a adoptar un papel sumiso, regresivo e incluso pueril, en la que se les atribuye una incuestionabilidad y sabiduría sobrehumanas a estos ‘líderes’. Esta actitud se manifiesta mediante una obediencia ciega, la supresión de la individualidad y la incapacidad para cuestionar la autoridad. Las personas pueden temer expresar opiniones discordantes o desafiar el sistema, lo que conduce a la conformidad generalizada y a la represión del pensamiento crítico. Esta dinámica genera una sociedad desequilibrada y vulnerable, donde la libertad de expresión y la diversidad de pensamiento son sofocadas.

    Hoy en día, en un mundo abrumado por la presión económica, las demandas de la vida cotidiana y la necesidad de mayor seguridad, cada vez más personas se vuelven vulnerables a los ataques invisibles contra su integridad mental. La expansión de la vigilancia estatal plantea interrogantes sobre el alcance del poder gubernamental y la garantía tanto de la protección de los ciudadanos como de la preservación de sus derechos y libertades individuales. La tecnología moderna, incluyendo dispositivos como los teléfonos inteligentes y las redes sociales, con su constante bombardeo visual y verbal, junto con el apoyo de una publicidad compleja y dirigida, han facilitado la manipulación de la sociedad hacia un estado de psicosis totalitaria. Las redes sociales, en particular, se han transformado en un terreno fértil para la difusión de información sesgada, inundando el espacio público de emociones negativas. Esto ha provocado confrontaciones, angustia e incertidumbre, en pocas palabras, miedo. La intersección entre estos factores plantea cuestiones determinantes sobre el equilibrio entre seguridad y libertad.

    Vivimos en una era sin precedentes, una era verdaderamente inédita, donde la tecnología y los medios de comunicación han alcanzado un poder sin igual para influir en la psicología de las personas. Este suceso ha provocado un comportamiento adictivo, en el cual un número relevante de individuos se sumergen en estas plataformas de forma compulsiva. Plataformas que cuentan con la ‘maravillosa’ capacidad de proporcionar contenido altamente personalizado, ajustado a los intereses y sesgos particulares de cada usuario. En este entorno, la manipulación de la opinión pública y la promoción de agendas específicas se vuelven tareas más sencillas.

    Lo que merece atención es que, bajo la apariencia de aplicaciones y herramientas inofensivas, se está llevando a cabo una hábil utilización para aislar a las personas, inducir una dependencia creciente y perturbar las interacciones sociales normales. Esto, a su vez, agrava la anulación del juicio crítico en un mundo donde la conexión con otros y el ejercicio de la capacidad de discernimiento son fundamentales.

    En el ámbito de este ancestral crimen contra la psique humana, se encuentra un término que ha experimentado una evolución elocuente a lo largo del tiempo, enraizándose profundamente en las políticas adoptadas por ciertos gobiernos contemporáneos: el "menticidio". Este inquietante y ominoso vocablo, el menticidio, que literalmente representa la eliminación de la facultad cognitiva humana o, en otras palabras, asesinar la mente, constituye un concepto que alude a la supresión de la libertad de pensamiento, la restricción de la diversidad de perspectivas y la manipulación de la percepción de la realidad con el propósito de ejercer control sobre la población. Históricamente, como mencioné anteriormente, ha sido un instrumento recurrente en los regímenes totalitarios, y su relevancia y aplicación persisten en la actualidad, generando cuestionamientos intranquilizadores acerca de su presencia y efectos en la sociedad contemporánea.

    Esta realidad plantea retos de considerable envergadura en lo que respecta a términos de cómo consumimos información y cómo se moldean nuestras opiniones. Es esencial que seamos conscientes de esta dinámica y fomentemos la educación como un pilar fundamental, así como promover activamente el civismo en todas sus dimensiones. Además de impulsar la capacitación digital y la habilidad crítica para discernir la información. La dependencia de la tecnología y la manipulación de la información son asuntos relevantes en la sociedad contemporánea, lo que exige una atención cuidadosa, una reflexión constante y el compromiso de todos.

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