Deconstruyendo barreras


    Algunos de los pilares fundamentales de la democracia incluyen la participación ciudadana, la representación equitativa y la igualdad de acceso a los espacios de toma de decisiones y poder. No obstante, nos encontramos con una realidad innegable: en la dinámica política diaria de nuestros países, existen desigualdades marcadas entre hombres y mujeres, lo que impide que la representación sea verdaderamente efectiva. 

    Si consideramos cifras generales, las mujeres representan aproximadamente la mitad de la población. Sin embargo, su presencia en instancias gubernamentales, especialmente en cargos de elección popular, está muy por debajo de ese porcentaje, convirtiéndolas en una minoría y generando así una forma de discriminación. La representación política en los niveles más altos de poder sigue estando mayoritariamente en manos de los hombres, lo que mina en cierto modo, los cimientos de la legitimidad democrática. 

    Este fenómeno ha sido ampliamente debatido en diferentes esferas y sigue siendo objeto de atención, sin embargo, las respuestas que se plantean a menudo se limitan a buenas intenciones o a metas que no logran materializarse. A pesar de los avances que se han dado en los últimos años, ya sea desde el punto de vista normativo o de la mínima presencia efectiva de las mujeres en cargos de poder, aún se observa una significativa brecha de género en la vida política. 

    Es innegable que existen roles culturalmente arraigados y estereotipos que dificultan la igualdad de género en la política. Aún hoy, persisten numerosos prejuicios e ideas preconcebidas sobre las actividades que las mujeres pueden o no emprender. Incluso en países considerados "desarrollados", la participación política de las mujeres se encuentra limitada. Aunque también y si me permiten deberíamos atender o preguntarnos, en este paradigma de participación, si los votantes, tanto hombres como mujeres, quieran votar por mujeres candidatas. 

    Estos conceptos que encasillan a las mujeres, afectan la posibilidad de lograr una verdadera igualdad de género y el empoderamiento político de las mujeres como sujetos con derechos. Además, no podemos ignorar un aspecto de gran relevancia y es que, las instituciones que regulan la actividad política, los sistemas electorales y los partidos políticos mantienen un esquema que limita el acceso efectivo de las mujeres a los espacios de poder.

    La falta de equidad en la representatividad resulta contradictoria con la innata capacidad de las mujeres como agentes de cambio y transformación. Su aporte en la vida política de una sociedad se traduce en perspectivas diversas y habilidades que contribuyen a la construcción y puesta en marcha de programas gubernamentales efectivos. 

    La consolidación de una verdadera democracia requiere la participación conjunta de hombres y mujeres en las funciones gubernamentales y en la toma de decisiones sobre el rumbo de un país. Esto implica reconocer y potenciar las capacidades individuales en un espíritu de equidad y respeto mutuo, para lograr que las acciones realizadas beneficien verdaderamente a aquellos a quienes representan.

Comentarios

Otras publicaciones

Un destino marcado

Los sueños del Navegante

El silencio del viento

Sola

El camino del Cuarto Mago

"¿Qué lo que tanto?"