No te rompas corazón


    
«En una acogedora casa, vivían cuatro niños con su anciana y enferma abuela. Un día les visitó la Muerte y se sentó a la mesa, venía por la abuela. Los niños creían que la Muerte sólo trabajaba de noche, así que decidieron rellenar sin pausa su taza de café hasta que llegara el amanecer. La Muerte, con gesto compasivo y muy humano, aceptaba cada taza, restando dramatismo, y transmitiendo apacible, a los niños, la idea de que se trataba de un paso natural.

    Luego de muchas tazas de café, la Muerte les indicó que había llegado el momento. El más pequeño le suplicó que no se llevara a su abuela y preguntó afligido - ¿Por qué tiene que morir mi abuela? Entonces, la Muerte le contó la historia de dos hermanos llamados Dolor y Tristeza, que nunca levantaban la mirada hacia arriba, donde vivían dos hermanas, Alegría y Esperanza. Ellas, por su parte, sentían que algo les faltaba y no lograban disfrutar plenamente de su felicidad hasta que conocieron a los hermanos y formaron dos parejas perfectamente equilibradas: Tristeza con Alegría y Dolor con Esperanza.

    La Muerte les explicó que a ella le sucedía lo mismo con la vida. ¿De qué valdría vivir si no existiera la muerte? ¿Quién disfrutaría del sol sin las nubes y la lluvia? ¿Quién anhelaría el día si no existiera la noche? Y la Muerte se levantó de la mesa, el niño más pequeño intentó detenerla, pero su hermano mayor, demostrando aceptación, lo contuvo abrazándolo. La muerte subió las escaleras y se dirigió a la pieza de la abuela. Minutos más tarde, escucharon una ventana que se abría y una voz cálida y segura que susurraba - Vuela alma. Vuela alto. La abuela había partido. La Muerte bajó y con una voz acogedora dijo a los niños - Dejen que sus lágrimas de dolor y tristeza les ayuden a comenzar una nueva vida. Llora, corazón, pero nunca te rompas».

    He intentado resumir en unos pocos párrafos un hermoso cuento, del cual recomiendo su lectura completa. Es una historia conmovedora en la que, con términos tan sutiles, el autor danés Glenn Ringtved, nos ayuda a reflexionar en su obra ‘Llora, corazón, pero no te rompas’, acerca de una de las etapas más dolorosas que atravesamos en la vida: la muerte de un ser querido.

    Hablar de la muerte cuesta, no es fácil. Es uno de los temas que preferimos no pensar y, mucho menos, hablar, por miedo o tabú a lo que podría suceder. Por supuesto que hablar de ella tampoco va a evitar el dolor que produce, aunque quizás, en un ejercicio de conciencia y aceptación, nos haga ver la vida con otros ojos, desde otra perspectiva y disfrutar de ella con mayor trascendencia. Para entender la muerte, debemos primero, comprender y valorar la vida como un regalo, como un don.

    Es necesario conversar sobre la muerte, tratarla y abordarla sin temor, como cualquier otro tema, tal como hablamos de fútbol, política o religión, donde todos podemos tener nuestras propias ideas, criterios o creencias. Creo que se trata de vivir plenamente, armonizando lo bueno y lo malo, dejando de lado nuestros miedos y apegos, y disfrutando del presente conscientes de nuestra temporalidad. Somos peregrinos, estamos de paso, ya que la muerte es una parte esencial de la vida.

    Ante la pérdida de un ser querido, especialmente en circunstancias extremas, nos asolan el vacío, el dolor, las culpas y las preguntas. El cuerpo y la mente sufren un esfuerzo agotador. Nos inundan sentimientos impredecibles. Por tal motivo, es de suma importancia canalizar y liberar todos esos sentimientos y emociones, ya que son parte del proceso de duelo y sanación. Aunque tenemos una gran capacidad de resiliencia, a veces toda esta experiencia resulta tan intensa que requiere ayuda, ya sea médica o espiritual, y sin dudar, hay que pedirla.

    Hay que llorar, reflexionar y liberar todo ese dolor para encontrar paz con esa pérdida y, en especial, con uno mismo. “La pena interior consume las energías. Que la tristeza se acabe con los funerales: no puedes vivir siempre afligido. ¡No abandones tu corazón a la tristeza!» (Eclo.38,18). Aceptar con esperanza que ese ser querido dio el paso a la vida eterna, comenzó la vida espiritual a la que todos estamos llamados. Celebremos la vida con fortaleza y fe.

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