La salud de la casa común


    
La concienciación ambiental se diluye, por lo general, en discursos y débiles voluntades. Abundan las contradicciones entre teorías y valoraciones técnicas, avaladas, casi siempre, por la inacción, incoherencia, indiferencia o intereses de los gobiernos y las grandes potencias.

    La incidencia socioeconómica y ambiental de los países más ricos en el cambio climático, tiene directa relación con el incremento de las desigualdades, que repercuten gravemente, especialmente sobre los países más pobres. Y aunque en este contexto, se han visto algunos avances a nivel global para paliar las consecuencias del cambio climático, parece que esto no es lo prioritario, sencillamente porque no terminamos de creer que nuestros actos tienen serias consecuencias y, tendemos a postergar las acciones que deberían ser de aplicación inmediata. Este es el desafío, la gran paradoja: nosotros mismos, en lugar de promover las soluciones, somos nuestro peor enemigo.

    La multipolaridad del mundo nos enfrenta a grandes retos y cambios, que exigen, de todas las naciones en conjunto, en el corto, mediano y largo plazo de acciones urgentes, contundentes, sostenidas y sistemáticas para el cuidado de la vida en toda su diversidad. Aunque esto implique costosos resultados en términos económicos y políticos, es imperativo dejar de lado la gran hipocresía actual existente en torno a este tema.

    Por esta razón, es obligatorio lograr mayor responsabilidad, más investigación científica, mejor cooperación y comunicación entre naciones, ante todo, sentido común y voluntad política de acatar las líneas de acción marcadas en los numerosos acuerdos internacionales sobre el medio ambiente.

    Al mismo tiempo, se requiere un enfoque educativo con amplia visión de los cambios que están sucediendo, que dote de las herramientas necesarias y que alimente y fortalezca la conciencia ética medioambiental y el pensamiento sistemático de los más jóvenes para convertirse en agentes de cambio, personas consecuentes con sus acciones y decisiones para una ecología integral. Creo que no hace falta recordar que, si destruimos la Tierra, no hay otro lugar para vivir.

    La situación es tan crítica que incluso el Papa Francisco en su primera Encíclica, Laudato Sí, es categórico y fuerte: “La Tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería”.

    En esta transcendental e innovadora Encíclica, se realiza un sólido análisis científico sobre la degradación de la ecología natural y la ecología social y humana en el mundo, haciendo un llamado urgente a todos los habitantes de la tierra, nuestra casa común, en el que nos exhorta a un compromiso de conversión ecológica, invitándonos a cambiar de estilo de vida, con un crecimiento económico ético y sostenible, que cubra las necesidades sin comprometer los recursos naturales.

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