Cultura del esfuerzo


    ¿Recuerdan lo que nos decían cuando éramos pequeños?: "el que algo quiere, algo le cuesta". Quizás por la edad temprana uno no entendía bien la dimensión de estas palabras, luego, con el tiempo y a medida que se crece, se despejaban las dudas, si queríamos conseguir o llegar a algo, había que trabajar, esforzarse, esforzarse de verdad, y en muchos casos, aprender a sacrificarse.

    Mirando un poco atrás y observando los sacrificios por los que pasaron nuestros padres y abuelos, con el empeño que pusieron en su vida y en su trabajo, más allá de los padecimientos y privaciones, rescato, que si algo primó ante todas las vicisitudes, fue el amor, el verdadero amor con el que abrieron camino, educando con valores éticos y principios sólidos, que, si me permiten y disculpan, generalizando, los padres hoy, no revalorizamos y no pocas veces, despreciamos, frente a lo que podría ser un buen legado de inspiración para nuestros hijos, les dejamos al azar una herencia de mala formación en afán de no incomodarlos.

    Antes existía una consistente cultura del esfuerzo impregnada en la sociedad, que actualmente se trastoca y desdibuja tras una moderna realidad que incentiva la comodidad y el mínimo esfuerzo. Parece que todo se puede conseguir, por hacer una analogía, a un toque de pantalla, a un clic de ratón. En pocas palabras, la cultura de lo fácil y rápido.

    Claro que siempre hay excepciones, jóvenes educados en la perseverancia, en la determinación, en la voluntad, en la resiliencia, educados en la cultura del “ser” por encima de la del “tener”. Que se enfocan con tenacidad en sus propósitos, tanto personales, como profesionales o económicos.

    Hay actividades que pueden considerarse un fenómeno social por su amplia difusión. Despiertan emociones, sentimientos, infunden valores y, ante todo, actúan positivamente en la vida de las personas, desarrollando ampliamente su potencial y generando modelos inspiradores de conducta, dignos de imitación.

    Sin duda alguna, en este contexto, el deporte, es un medio altamente eficaz para la educación en valores, pues constituye una herramienta que colabora a potenciar actitudes positivas: trabajo en equipo, responsabilidad, disciplina, perseverancia, resiliencia, respeto y, por encima de todo, sacrificio, favoreciendo el ejercicio de cualidades nobles que permiten la convivencia armónica y el juego limpio.

    Numerosos deportistas son sinónimo de todo lo anterior, porque no se trata solo del entrenamiento físico, se trata también de fortalecer la salud mental y espiritual, para dar el máximo potencial, no solo en la competencia, sino en la vida misma, sintiendo la satisfacción de cumplir con un propósito.

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