Un humilde carpintero


    José de Nazaret, descendiente de Reyes, era un humilde carpintero a quien Dios eligió como esposo de María y custodio de su divino hijo, Jesús.

    José, junto a María, desempeñó un papel fundamental en este misterio. Era un hombre fuerte, valiente y piadoso, sin embargo, no debió haber sido fácil ver a su prometida encinta antes de desposarla. Aun así, por su profunda fe, la protegió en silencio y evitó repudiarla en público, consciente de las trágicas consecuencias que eso acarrearía. En aquel tiempo, el Ángel del Señor se le apareció en sueños, revelándole que debía convertirse en padre del Niño. José, fiel y obediente, aceptó sin vacilar.

    Mantuvo su voto de castidad y se entregó a la paternidad que, en términos carnales, no le pertenecía. Afrontó los desafíos, sufrimientos y adversidades que se presentaron, demostrando perseverancia y fortaleza. ¿Cómo habrá sido ser padre de Jesús y esposo de María? ¿Cómo sería despertar junto a ellos cada día, con su presencia constante y una fidelidad total, incluso cuando no comprendía plenamente?

    María y José se amaban profundamente, y él amó al Hijo de Dios como si fuera su propio hijo. Asumió y desempeñó un papel esencial, determinante en la vida de Jesús, y su profunda pureza confirma su paternidad. Lo ayudó, guio y acompañó en su crecimiento y desarrollo, como un padre devoto. Le enseñó a hablar, a caminar, a orar y a trabajar en la carpintería, brindándole sabiduría y humanidad. Jesús lo amó y respetó.

    En pleno siglo XXI, donde la cultura de la muerte parece fortalecerse y el relativismo se ha generalizado, donde el concepto de familia y paternidad ha sido distorsionado, San José se revela como un modelo de padre y esposo, un ejemplo de rectitud de vida y esperanza en Dios. Nos invita a permitir que el Espíritu Santo emerja en nuestro interior.

    La Cuaresma es un momento propicio para reflexionar sobre la participación del esposo de María en el misterio divino y descubrir qué espera Dios de nosotros, fortaleciendo nuestro deseo de ponerlo en práctica. Reflexionemos, aunque sea brevemente, sobre el ejemplo de este hombre sabio y prudente, José, especialmente en su aceptación de la voluntad de Dios, su amor por la familia y su ejercicio silencioso de la caridad hacia el prójimo.

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