Ramos de esperanza

 
    Con el acceso ilimitado a la tecnología y la información, es posible conseguir conocimientos en cualquier momento y lugar. Sin embargo, paradójicamente, cada vez somos menos libres y nos convertimos en autómatas sin darnos cuenta. Estamos dejando de vivir de manera intencional y ni nos preocupa, jaikominte.

    Todo parece indicar que hemos perdido el rumbo de la finalidad humana y estamos sumidos en una gran desorientación. Los conflictos sociales, las ambiciones, la política, las injusticias, la corrupción, las divisiones y la violencia nos afectan enormemente. La ausencia de sentido común y la falta de espiritualidad son también factores que contribuyen a esta situación, haciéndonos sentir angustiados y desmotivados, y definiendo nuestro estado de ánimo en función de lo que sucede a nuestro alrededor.

    El Domingo de Ramos marca el inicio de la Semana Santa, la festividad más importante del cristianismo, con la entrada triunfal de Jesucristo a Jerusalén. Desde ese momento, y a lo largo de los acontecimientos que se sucedieron hasta su crucifixión, muerte y resurrección, se refleja el centro de la fe cristiana. El camino de la cruz que recorrió Jesús es un camino hacia la luz y la entrega plena, un camino de vida. Implica enfrentarse a contratiempos, rechazos, humillaciones y padecimientos, aunque, también representa una mayor fidelidad y compromiso. Cabe preguntarnos si el camino que estamos transitando nos lleva a ser mejores personas o si estamos buscando algo que no nos llena realmente.

    En nuestro día a día, nos encontramos ante la disyuntiva entre el bien y el mal, la vida y la muerte. Nuestra esencia es mucho más profunda de lo que creemos y somos capaces de manifestar. En algún momento de nuestras vidas, todos cargamos con una cruz y atravesamos momentos de prueba, soledad y abatimiento. A menudo, los comportamientos, acciones y pensamientos que nos resultan inadmisibles en los demás son precisamente aquellos que nos cuesta aceptar en nosotros mismos.

    La celebración de la Semana Santa no debe ser banalizada, vista como una época de vacaciones, fiesta sin sentido o excesos, sino como un tiempo sagrado de ejercicio espiritual, en el que recordamos la pasión, muerte y resurrección de Jesús, valorando nuestra vida y la de los demás, tanto presente como futura, la eterna.

    El camino de la cruz es una oportunidad para la meditación y la reflexión profunda sobre nuestra verdadera identidad y el sacrificio de Jesús como expresión de amor a Dios y a nosotros, cuando murió y descendió a los infiernos para experimentar en carne propia el dolor y la muerte, y convertirse en la luz y guía hacia los cielos.

    La fe es el camino, la luz y la esperanza de renacer en Cristo Jesús. A menudo, deseamos la alegría de la Pascua sin querer pasar por el dolor y la muerte del Viernes Santo. Pero como el grano de trigo que no puede dar frutos sin morir, también nosotros, como egos, debemos morir para vivir plenamente.

    Bendecida Semana Santa para todos.

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