El cristiano y la política


    ¿Es necesaria la política? Sí, si la observamos en su real naturaleza; comprendiendo sus principios, valores, creencias, conductas y objetivos básicos. No solo es necesaria, es fundamental para el orden y bienestar social, por ende, debemos revalorizarla.

    Desafortunadamente, en la actualidad podemos ver que, entre el individuo y sus representantes de la clase política, hay una insondable brecha que no para de ampliarse, creada por la decepción en las promesas incumplidas y la corrupción creciente.

    En su tiempo, Jesús de Nazareth se desenvolvió en un ambiente político sumamente difícil, y tanto sus apóstoles como sus seguidores, esperaban que los libere de la opresión romana. Pero Él no usó el discurso político combativo que todos deseaban. En cambio, Él transformó el mundo predicando su palabra, defendiendo a los más necesitados, hablando de justicia, igualdad y de libertad, permaneciendo siempre fiel a su mensaje y a la voluntad de Dios. Aunque su misión fundamental era la salvación de las almas, no olvidó su lado humano y ser social, político.
 
    Siempre escuchamos que: la política y la religión no se mezclan. Sin embargo ¿Podemos los cristianos ser ajenos a participar en esta realidad?... ¿Revalorizando, siendo coherentes, fieles a nuestros valores y a nuestra fe, una política al servicio del bien común?,¿una política que garantice y contribuya a crear las condiciones para la plena realización de la persona y haga efectiva la 'justicia social'?

    Por supuesto y en nuestra visión política, defendemos la concepción del hombre y la mujer como personas humanas de naturaleza espiritual, racional y libre, con derechos inalienables. Así pues, ponemos en el centro a la persona, tanto en su dimensión espiritual como material, considerando primordial el derecho a la vida.

    Y en esta línea de pensamiento, en el compromiso del laico, debe primar, desde la familia y el orden social: el desarrollo y la realización cabal de todas las personas, mejorando las formas y condiciones de convivencia por encima de los intereses individuales.

    Para que esto ocurra, creo que es necesario un firme compromiso con el bien común, que los políticos gocen de una sólida educación, formación ética, credibilidad y altura moral, cuidando la adecuada proporción entre fines y medios.

    Además, tengan la solvencia para acoger la pluralidad de visiones, ideologías y sistema de valores propios en una sociedad, poniendo en el centro de acción a la persona humana, como fundamento y fin de la comunidad política, reconociendo y respetando así su dignidad, y aspirando a superar la pobreza material y espiritual, dejando de lado prácticas tan nefastas como el populismo, el clientelismo y la corrupción.

    Como cristianos, tenemos que colaborar desde una visión humana, a la construcción de una sociedad más justa, con una renovada cultura política. No nos lavemos las manos como Ponzio Pilato.

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