San Juan dice que sí...

San Juan dice que sí...

    En los países del mundo donde se celebra, la festividad de San Juan es rica en rituales y tradiciones legadas por nuestros antepasados. Una celebración, profundamente arraigada en el imaginario colectivo, que preserva su popularidad, resistiendo los embates del tiempo. Lo que la hace especial es su capacidad de amalgamar armoniosamente lo sagrado y lo profano, con los matices singulares de cada cultura.

    Según las escrituras, Zacarías encendió una fogata para anunciar el nacimiento de su hijo Juan. Por esta razón, el cristianismo adoptó la tradición de encender hogueras en la víspera del nacimiento de San Juan. Aunque, si retrocedemos en el tiempo y ahondamos en el tema, descubrimos que, mucho antes del surgimiento del cristianismo, numerosas culturas del hemisferio norte ya celebraban el solsticio de verano, el 21 de junio, con diversos rituales dedicados al sol y la luz. Creían que en esos días la naturaleza se investía de poderes, especialmente favorables para atraer la buena suerte, confiriendo al solsticio un misticismo especial, capaz de ahuyentar a los malos espíritus.

    Las hogueras y rituales se mantuvieron, pero ahora asociados a San Juan Bautista, creando así una concelebración única que amalgama las costumbres paganas y religiosas, como una suerte de renovación y renacimiento. Las hogueras, con sus llamas voraces, saltadas o pisadas con fe, simbolizan la purificación de nuestras faltas y la iluminación de nuestra existencia, quemando todo lo malo y renovando el espíritu. En algunos lugares, se practica la costumbre de darse un baño de mar o nadar en el río, lo cual otorga a quienes se sumergen una suerte de bautismo pagano, liberándolos de energías negativas o favoreciendo la fertilidad de las mujeres. Mientras tanto, en otras regiones, los cánticos y danzas tribales despiertan a los espíritus de la tierra.

    La fiesta de San Juan adquirió características autóctonas e
n Paraguay,, transformando las costumbres heredadas en particularidades propias de la cultura popular. Se realizan celebraciones religiosas que se complementan con una serie de pruebas o juegos, los cuales se han convertido en tradición a lo largo del tiempo, formando parte del folklore nacional y, por ende, de nuestra identidad.

    Entre estas prácticas, destaca el "tata ári jehasa", un juego común en muchos otros países que consiste en caminar descalzo, sin prisa y sin miedo, sobre un sendero de carbones bien encendidos. Otra tradición es la "pelota tata", un juego donde se utiliza una pelota de trapo a la que se le prende fuego y se lanza entre la concurrencia. Igual de intenso como esperado, es el toro candil, que se realiza con una estructura en forma de toro cuyos cuernos se encienden; luego, el toro persigue a la gente, que debe esquivarlo. Y quizá, el más celebrado de todos, es el "Judas Kái" o la quema del Judas, que simboliza la expiación. 

    Existen muchas otras pruebas, como las orientadas especialmente hacia el futuro, principalmente el amoroso. Una de las más difundidas es la prueba de las gotas de vela, que consiste en dejar caer 24 gotas de cera en agua e interpretar las figuras que se forman. También es costumbre clavar un cuchillo en el tronco de un banano y, al retirarlo, interpretar la inicial del nombre del futuro esposo. Igualmente popular es la prueba de los papelitos, en la cual se escriben los nombres de los varones pretendidos en pequeños papeles, precedidos de la frase "San Juan dice que sí" o "San Juan dice que no". Otra prueba es la del pozo, donde se mira el agua temprano en la mañana del 24 para ver la imagen de quien será su esposa. Otras pruebas, menos conocidas, pero igualmente tradicionales, incluyen la prueba del espejo, la esquina del futuro, la aguja envuelta, agujas sobre agua, lavarse el rostro, la prueba de las cabezas de ajo, la prueba de la zapatilla, las manchas de tinta, los ramitos de laurel, el anillo y el vaso de agua, y el gallo jejuká, entre otros. Lamentablemente, éstas se van perdiendo poco a poco con el tiempo.

    Evidentemente, no sería una festividad como Dios manda si no viniera acompañada de una rica gastronomía tradicional. Deliciosos platillos conocidos por todos, como el mbejú, pajagua maskáda, sopa so’o, chicharõ trensado, pastel mandi’o, chicharõ hu’itî, butifarra, y la infaltable mandioca, forman parte esencial de esta celebración, añadiendo un sabor inconfundible a la experiencia.

    Cultura y tradición, identidad que debe perdurar generación tras generación.

Felicitaciones 
a los Juanes y Juanas 
en su santo ára.

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