Kuña guapa


    La mujer paraguaya es la más gloriosa de América afirmó el Papa Francisco en varias ocasiones. La expresión rememora la heroica tarea que tuvieron las mujeres de nuestra patria durante la guerra grande, y la fortaleza que imprimieron en la reconstrucción de la nación durante los difíciles años de la postguerra.

    La mujer paraguaya, es valiente, decidida, luchadora y abnegada. Es trabajadora, hacedora y creativa; dispuesta siempre a dejar huellas profundas en su familia, con la loable tarea de administrar un hogar y contribuyendo, además, al desarrollo social y económico que fortalece los cimientos del país.

    El rol de la mujer ha crecido notablemente. Con una visión transformadora y mucho sacrificio, se ha integrado, con mayor inmersión, al mercado laboral, asumiendo un indiscutible protagonismo, un liderazgo que la distingue por su asertividad, responsabilidad y eficiencia.

    No obstante, y más allá de los significativos avances, es una realidad que, hasta hace unos años, su rol principal estaba relegado única y exclusivamente a las tareas domésticas, al cuidado del esposo y los hijos. En muchos casos sufriendo en silencio, el desprecio, la humillación, las agresiones y la violencia intrafamiliar, por el temor al qué dirán. Es triste mencionarlo, pero esta situación, aún está presente en muchos hogares.

    En el país, el autoritarismo aún tiene sus defensores, un machismo que no es propio sólo del hombre sino también, promovido por algunas mujeres. Está enraizado en nuestra cultura, y disfrazado por demás, en la hipocresía, y no pocas veces en la doble moral.

    Actualmente se visualiza el aumento de la violencia contra la mujer, una problemática que requiere de una seria intervención estatal, así como de organizaciones civiles, de forma responsable y urgente.

    Es indiscutible que la mujer paraguaya actual, en sus múltiples facetas: hija, madre, esposa, pareja, mujer independiente, trabajadora o sostén emocional, se ha posicionado como fuente de un valor inigualable, y deber ser valorada, protegida y respetada.

    Para un desarrollo pleno en todos los ámbitos, es necesario unir esfuerzos, lograr un cambio en la conciencia de cada persona, porque de nada sirven las herramientas legales, si no cambiamos la cultura, la forma de ver y tratar a la mujer.

    Urge una fuerte dosis de educación que fortalezca las raíces familiares, para que se puedan construir relaciones equitativas y sanas, que dignifiquen a la mujer. Es tarea de todos.

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