Transformación de la educación


    Nuestro mundo cambia vertiginosamente, saltamos de una era a otra, una más disruptiva que la anterior, y casi sin darnos cuenta, estamos por la cuarta o quinta, o quién sabe ya revolución industrial, con un desarrollo sin precedentes en lo que a tecnología e hiperconectividad se refiere.

    La crisis desatada por el coronavirus ha acelerado y transformado sistemas y actividades, a la par que toda forma de relacionarnos, comunicarnos, de trabajar y gestionar nuestra realidad. En definitiva, la manera de vivir. En este paradigma, las nuevas generaciones de jóvenes tienen que crecer y adaptarse.

    Ante este nuevo escenario, se necesita más que nunca, el ingenio humano, y valorar la educación como factor determinante para el desarrollo y el progreso de una sociedad, así como la actitud y capacidad de los jóvenes para reinventarse y adaptarse con mente abierta a los constantes cambios.

    ¿Podemos afrontar el desafío? 

    Desde pequeños nos han inculcado ciertas ideas, que han pasado de generación en generación y que hemos tomado como verdades absolutas para el rumbo de nuestras vidas, sobre todo en lo que educación se refiere: ¡hay que estudiar! sin embargo, no creo que solo se trate de esto.

    Sin profundizar demasiado, podemos afirmar que el sistema educativo paraguayo se halla en crisis, situándonos entre los peores del mundo. Diseñado, entre otros fines, eduque o no, para seguir reproduciendo el modelo social actual. Se convierte, por tanto, en una máquina expendedora de calificaciones, certificados, diplomas o títulos, por encima de lo más importante, el conocimiento, el conocimiento útil.

    Nos encontramos ante una brecha de capacidad entre la formación existente y el mundo. En general, debemos romper con las carencias y aspirar a un sistema educativo comprometido con los valores, un sistema motivador en su más amplio sentido, que forme jóvenes libres y autónomos, un sistema educativo que explore y desarrolle la inteligencia emocional, el pensamiento crítico y la actitud innovadora, que fomente las relaciones multiculturales, que potencie las capacidades y habilidades, e identifique, incorpore y promueva los talentos de tantos jóvenes ávidos de superación.

    Pueden pensar que esta realidad suene utópica, sin embargo, es posible lograrla. Esta situación nos obliga a reformular el sistema educativo, que garantice el ejercicio de una vida plena, más feliz, en un ilimitado panorama de grandes retos y oportunidades.

    Es necesario advertir que esta transformación no debe tergiversar los contenidos educativos, contaminándolos con ambigüedades e ideologías foráneas que trastocan los conceptos de género, de inclusión e interculturalidad, poniendo a los menores de edad en una posición aún más vulnerable y lo que es peor, restando a los padres el derecho de velar y tutelar a sus hijos en todos los aspectos. No olvidemos que el proceso educativo se inicia en la familia. Es en el seno familiar, donde se siembran los valores, la perseverancia y la integridad
.


«la educación no cambia al mundo, 
cambia a las personas que van a cambiar al mundo.»

Paulo Freire, pedagogo brasileño.

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