Educación sexual


    Aunque es un tema universal, hablar de sexualidad o educación sexual constituye aún un desafío. Desde su visibilización en el sistema educativo, se ha tornado un tema esencial en el ámbito de la educación, en todos los niveles sociales.

    Conviene recordar que el punto de partida, no es otro, que la concepción: El ser humano es sexuado genéticamente desde la fecundación. En ese preciso instante, con esa unión genética de células sexuadas, se da lugar a un ser que puede ser varón o mujer. Por lo tanto, la sexualidad es constante e innata a la vida, ambas de gran valor, son inseparables y sagradas.

    Desafortunadamente, vemos que en la realidad estos conceptos son manchados a causa de la infravaloración del cuerpo y de la sexualidad, desde los mismos modelos sociales y principalmente por la ausencia de amor. Sin la experiencia del amor, en cualquiera de nuestras realizaciones, la vida carece de sentido.

    Este vacío, aprovechado por intereses políticos y económicos, y a través de los medios de comunicación, ha contribuido y fomentado en gran medida la hipersexualización de la sociedad contemporánea, supliendo los valores y principios básicos, por un exagerado culto al materialismo trivial e irracional, impulsando una imagen totalmente distorsionada y errónea de la sexualidad humana.

    Tal circunstancia genera un problema preocupante: la vulnerabilidad de la persona. Principalmente, de los más pequeños, niños y niñas que son engañados, abstraídos y obsesionados por la virtualidad de la sociedad actual.

    Comienzan desde edades muy tempranas, a influenciarse de mensajes mixtificados, adoptando valores y patrones erróneos, y lo que es peor: idealizándolos. El culto a la imagen, al cuerpo, daña severamente la personalidad y la autoestima, y esto afecta en toda su dimensión a la persona humana, empobreciendo o, mejor dicho, subyugando la calidad de vida y el bienestar emocional.

    Actualmente, podemos observar con estupor, el avance sistemático, de grupos o ideologías que propugnan intervenciones educativas con un mal concepto de la sexualidad bajo un pseudo «derecho fundamental», tergiversando conceptos muy sensibles, como la identidad de género propia del hombre y la mujer; buscando instaurar una perspectiva de género que no pasa por la equidad, sino que victimiza a la mujer y sataniza al hombre. Estos conceptos tóxicos, contaminan la conciencia colectiva.

    No cabe duda que la educación sexual es transcendental en la formación de niños, niñas, adolescentes y jóvenes, por lo que es una gran responsabilidad. Sin embargo, debe realizarse bajo la potestad y supervisión de los padres o tutores, que tienen el derecho de decidir sobre la educación de los hijos.

    Primero y, antes de nada, aquí es crucial el ejemplo que damos como padres o tutores, porque debemos hablar en el hogar, dialogando claramente con los hijos, y por supuesto, después, en las escuelas, donde es muy importante que el mensaje que reciban los estudiantes sea coherente, vinculado y complementario, al que reciben en casa.

    Es importante que la educación sexual integral esté centrada en el respeto a la dignidad humana, con el valor espiritual que tienen el cuerpo y la sexualidad. Que dicha educación, que nos afecta directamente a toda la sociedad y en la cual, todos debemos estar involucrados, proporcione a los educandos la información, el sentido crítico y las herramientas para la toma de decisiones saludables. Que puedan identificar cómo estas afectan su propio bienestar y el de otras personas; así también, conocer cómo proteger sus derechos de manera responsable, segura y sana, para disfrutar y ser protagonistas de una vida plena.

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