El trapo caído
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«No hace falta mirar al pasado para darse cuenta que seguimos siendo los mismos hoy, tras más de dos mil años, aún encarnamos a Pedro, mintiendo y negando. Somos fiel reflejo de los apóstoles, adormecidos, cobardes, huidos como corderos asustados, dejando a Jesús abandonado en el monte de los Olivos. Somos Judas, sellando traiciones con besos, cumpliendo su fatídico cometido. Las treinta monedas, como brasas, plata ardiente en la palma de la mano, nos queman, sin saberse que es uno también, arrepentido él fue trascendido. ¡Ignorantes, obnubilados por juicios vacíos! Somos los romanos y tanto los judíos, no hay diferencia, no somos distintos, conspirando contra el hombre amado, prendiendo la libertad del hombre libre. Somos el cuenco manchado y el trapo caído, donde Pilatos busca lavar su conciencia, en tanto se seca las manos con indiferencia. La burla y algarabía de la turba que grita ¡crucifixia! - mientras los romanos, indómitos, van azotando sin piedad. Y el gentío,