Vía Olimpo

Escaleras de piedra en antiguo teatro romano

    Desde el principio y a lo largo de la historia, en innumerables civilizaciones y culturas, se han creado y desarrollado un sinfín de actividades o competencias físico-deportivas con significados socialmente relevantes.

    Amén de su naturaleza esencial para el crecimiento, preservación de la especie y pilar fundamental para una buena salud, el deporte siempre ha estado ligado de forma directa o indirecta a ritos religiosos, mitos culturales y necesidades lúdicas.

    Actos de culto y expresiones festivas, en una comunión de lo espiritual y lo corporal, donde diversas culturas proyectaban su esencia como sociedad. Era tal su importancia, que estas se desarrollaban dentro de las grandes celebraciones religiosas de cada pueblo, con un papel predominante, por lo que eran de gran relevancia y solemnidad.

    Sin lugar a dudas el deporte es cultura, con valores sociales muy enraizados, que se adquirían desde edades tempranas, siendo muy importantes en la educación y crianza de los niños. Y eran, una inspiración, una conexión con el más allá, y una forma de comunicarse con los dioses, invocando su poder divino, agradecidos por la vida, por el privilegio de ser atleta, por poder competir y a los que dedicaban el esfuerzo físico, por considerar que su existencia era un regalo celestial.

    La naturaleza inerte de un espacio, solo cobra vida, cuando en él se reúnen, alentados por el espíritu deportivo, tanto deportistas como fanáticos, en una suerte de ritual sagrado. Con patrones muy particulares que los representan; un himno, una bandera, colores, un escudo, alguna gesta, medallas y trofeos, al igual que el lenguaje propio, el compromiso y la fe que los mismos profesan, con reverencias y adoraciones. Algunos incluso con sus cábalas y promesas.

    El deporte es una filosofía de vida que requiere mucha disciplina y autocontrol. La perseverancia mental y física, con el fin de mejorar, progresar y alcanzar los objetivos, es esencial en el rendimiento. En particular, haciéndolo de manera limpia, correcta y con honor.

    Con toda su cultura y simbología, el deporte influye en la sociedad a un nivel superior, incluso más alto que otras dimensiones del sistema, tales como la política o la justicia. Una competencia deportiva, como el mundial de fútbol, es capaz de paralizar un país, de convertir el espacio en un templo, de hacer vibrar, gritar, reír y llorar de tristeza o alegría. Sufrir, abrazar y saltar, y cómo no, disfrutar, vivir, poner todo al unísono, capaz de unir todo en uno, a un solo pulso.

    De forma que, deporte y religión, se vinculaban y vinculan muy estrechamente por ese fuerte simbolismo, perpetuándose en la cultura popular y en la conciencia colectiva, manteniendo ese carácter religioso. Porque tanto la religión como el deporte, son actividades donde los individuos encuentran una razón de ser, un lugar para escapar y liberar tensiones personales y comunes con ese profundo trasfondo filosófico, quienes alientan, practican o forman parte de un equipo, se encuentran unidos por lazos muy fuertes, superiores, son familia.

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